Mira por donde, estos díis de cuaresma y penitencia dióme por recuperar esti cuentu de 2003, cuando tras la muerte del mi hermanu Tino dióme por poner tierra p'ol medio y marché a facer les Ameriques a mi manera. Al volver alguien lanzó un concurso literariu con el tema "Montañismo y cartes de amor" o algo p'ol estilo, y yo decidime a metelo proque tenía amigos en el jurao, 'taba en forma, lo del Aconcagua había sido un puntazu... y el jurao ni miró pa mí. Como tenía que meter el asuntu amorosu por algún lao, arreglelo como pude, aunque hoy no escribiría algunes de estes coses...
La mitá del relatu ye verídica, la otra mitá no tanto, podéis ponelo donde queráis...
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Y vos, gashego, ¿qué hasés acá?
Y yo qué voy a hacer, argentinu,
esperar a que llegue la patrulla de rescate, igual que tú, ¿no ves que ‘tamos aquí
los dos igual de pringaos? Encima, tú subiste a la cima, yo no llegué, yo quedé
aquí, igual que ‘tas tú agora, en esta cornisa, a los 6.200 metros, debajo del
refugio Independencia; y tú bajabes, y en estes pillónos la niebla a los dos,
¡a los dos!, si aquí siempre hay más gente que en la calle Uría (o en
Corrientes, dicho en lunfardo), y resulta que hoy, precisamente hoy, que cambia
el tiempu, que baja la niebla, que no se ve ni un bombón… resulta que hoy no
hay nadie más y tenemos que quedar aquí sin poder dar ni un pasu; y encima
tengo que date conversación hasta que llegue la gendarmería del Parque, a ver
si nos saquen de aquí. Y yo decía que qué carajos hago yo aquí, aunque sabía
perfectamente lo que hacía aquí…
Todo empezó el día que conocí a
Paz, que si soy argentina, que si nací en Mendoza, que si tengo un primu
argentinu pero que el padre ye de el Entrego, que si tú que yes montañeru
tienes que subir el Aconcagua, que te lo arregla todo José Antonio el mi primu…
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- Mira, Paz, déjame en idem, que yo soy un
pisapraos, que bueno, si, en Picos de Europa bien, en Ubiña… ¡Pero ahí arriba!
Pero claro, argentinu, ya sabes, cuando a les muyeres se
yos mete una cosa en la cabeza… y un añu enteru, vete pa allá, vete pa allá…
Coño, qué frío, vamos tener que meter más ropa, sólo con el gore-tex no va a
ser bastante, como no suba la patrulla…
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Ah gashego, ahí tenés la batasha perdida… Sha
sabés que tiran más dos pelos de concha que sien bueshes juntos. ¿Y qué comida
tenés?
Esa ye otra, con tres o cuatro
barrites energétiques, un poco de quesu, un salami… Y el agua, queda muy guapo
cuando aparez el Brad Pitt calentando nieve en la montaña, aquí en el Aconcagua
como si fuera el Tibet pa la película esa… pero aquí la cocinilla apenas
funciona, la presión baja, la temperatura exterior… ¿diez, doce, quince bajo
cero? Qué más da, el casu ye que pa beber un pocu de agua hay que esperar media
hora… Pero claro, en la película él ye Brad Pitt, y tu yes de les Cuenques…
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Mirá, gashego, si querés sho tengo algo acá que
nos puede aliviar…
Y en esto va el argentinu y saca
de la mochila media petaca de whisky, y damos un par de sorbiatos… y de repente
ya no estoy en el Aconcagua tirau como un perro; de pronto estoy en el barrio
de la Boca, tanguista y arrabalero, contando les circunstancies que me llevaron
al Aconcagua, el gran Centinela de Piedra…
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Mira, chaval (a seis mil y pico metros el whisky
y el hastío suelten la lengua que da gusto) yo hice montaña desde los catorce
años, que marchábamos al monte con chiruques – (¿Tu sabes lo que son les
chiruques?) y la Guardia Civil, o sea, como los carapintaos aquí, pero con
bigote, preguntábente que a dónde ibes, y qué llevabes en la mochila, y
llamaben a casa pa saber si te habíes fugao.
A toes estes estaba claro que el
argentinu no entendía un garrapu, pero por educación, que allí son muy educaos,
callaba y abría los güeyos como platos.
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Y fice de todo… colectives, en grupo grande, en
grupo pequeñu, solu, de muchos díis, de un día… Y pasé por etapes de salir toos
los domingos, y de no salir nada… Y sobre todo pasé por la etapa
deportivo-machotil de a ver quién llegaba el primeru, y quién era el más gallu,
y el que más rápido subía, a ver quién mexaba más lejos… Dame otru tragu, que la niebla no escampa…
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Hasta que me dí cuenta de que no sería de los
mejores, hasta que se metieron los años… y empecé a ver la belleza de la
montaña. A ir poco a poco, a ir con calma, a disfrutar, a no llegar hechu
polvo… Y empecé a disfrutar los amaneceres prometedores, a dormir la siesta en los
picos cuando el sol ‘taba en o más alto, a gozar de los atardeceres como se
disfruta el amor de una muyer, poco a poco, paladeándolo, disfrutándo esi
últimu rayu de sol… ¿Tú sabes lo que ye un atardecer en el mirador de Ordiales,
chaval?
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Sho…
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Tú ya ‘tas casi más borrachu que yo (a too esto,
era verdad, y el argentinu, entre el rollu que y estaba soltando y la niebla
que no nos dejaba ver, no sabía si tirame a rodar de cabeza o cortase les venes
con el filu del piolé…) y entós, en aquella época, metióseme en la cabeza que les
montañes son como les muyeres… guapes, no pués dejar de mirar pa elles;
atractives, seductores, desafiantes, exigentes; sólo llegues a elles cuando
elles quieren, no cuando tú quieres; y cuando conquistes una montaña perguapa
ye como si conquistaras a una muyer que lleves tiempo detrás de ella; y
reposes, y descanses, y quiés que aquel momento no termine nunca.
A too esto, el
argentinu no paraba de movese. Yo miraba pa la niebla; sabía que debajo ‘taba
el Nido de Cóndores, y más debajo toovía la Plaza de Mulas, pero no me
importaba nada; sabía que nos quedaben unes poques hores de luz, pero yo tenía
que soltar too la rabia contenida; en lugar de celebrar la Navidad en casa, ’taba
allí perdíu con un argentinu que no sabía qué facer conmigo; y daba paseos pa
calentase, a ver si llegaba la patrulla (la patrusha, decía él…), y sobre todo
pa no escuchame… pero ye igual, a mi ya no me paraba ni la máquina.
- Hasta que ligué con una moza montañera también,
y solte-y too esti rollu; pero la moza, que ye allerana, advirtióme: “A los
hombres pásavos con les montañes como con les muyeres; subís a una y ya ‘tais
pensando en la próxima…
Coño, ye
verdá, dije yo… pero como la moza era, ye, abondo afayaiza, fíceme el despistau
y seguí en el machito… y salíamos xuntos, la allerana y yo, y facíamos
raquetes, y esquí de travesía; y p’ol verano, si taba bueno, bañábamos-nos en el
primer lago que topábamos, y una cosa lleva a la otra, y cuando fae calor por
el monte ya se sabe…
El argentinu no dejaba de dar voces y soplar por un xiblatu que
llevaba, uno p’ol frío y la fame que
‘taba pasando, otro por no aguántame aquel rollu…
- Hasta que rompió lo mío con la allerana, y quedé más alampau que un
mineru antes del día de paga; y
andaba yo subíu por les paredes, pero no precisamente por les de la Cueva
Devoyu o por les de la escuela de Quirós, sino por les de la casa de Paz,
berrando como un amargau, contando-y lo mal que me había tratao la allerana, y
ella diciéndome lo mal que lo había fecho yo… y esto era por ochobre más o
menos, y Paz, claro, ye argentina, y ye medio psiquiatra, y entós soltome la
frase definitiva:
- Mira, chaval, un clavu saca a otru clavu; y tú,
si andaves por aquella rapaza por el cuentu del monte, lo que necesites ye dir
p’al Aconcagua a dar un par de berríes, verás cómo quedes a gusto.
- Coño, Paz, que si no estoy preparau, que si
patatín, que si patatán…
Pero claro, ya sabes, empezó a decilo a
les amigues. Que si esti va p’al Aconcagua, que si va a dir a casa del mi primu
el que ye guía de montaña en Mendoza; y claro, les amigues, qué finu yes, qué
suerte tienes; y a decilo a los amigos, y claro, delante de los amigos había
que sacar pechu, “¿así que vas p’al Aconcagua?”, como el que va a Pola Siero; y
empezaron a dejame material, que si Amalia un forro polar, que si Ramón les
botes de plástico, que si Nieves el sacu dormir… Y un uno de diciembre garremos
toos una borrachera como pa uno grande, y esti que marcha pa allá adelante, y
yo que voy pa Mendoza como ‘ta mandao, y otra ronda que paga el que marcha pa
la Argentina… y cuando me dí cuenta, venti díis más tarde, ‘taba metíu en el
avión…
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Y en sin dame cuenta ya ‘taba
metíu en la Playa Ancha, ná, total, tres hores de caminata, y luego tres hores
por debajo del refugio Ibañez, y la Cuesta Brava… y acordábame de toos aquellos
cabrones que me habíen dío a despedir a Ranón y ‘taben ahora comiendo corderu
(porque a too esto yera el día 25 de diciembre), y yo ya llevaba perdíos tres
kilos, y el día enantes en Puente de Inca había cenao un poco de pollu y sopa…
Metíu en aquel desierto, mi alma, aquello ye un puro desierto, piedres
volcániques, non había camín, cruzabes el río tres o cuatro veces… y en una de
estes encuentres el esqueleto enteru de una mula y écheste a temblar, y tu allí
en pantalón cortu y camiseta, y un sol de xusticia; mirando de frente p’al
Cerro Dedos, y el cerro que nunca llega, y más andes y más lejos está el cerro.
Qué más da que encuentres japoneses, y alemanes, y franceses, y la madre que
los parió. Cómo yos cuentes que tú ‘tas allí solu (el únicu que diba solu)
porque te dejó una allerana y pillaste una borrachera con los collacios en el
chigre. ¿Y cómo y expliques a un japonés lo que ye un chigre?
Qué vas facer, tirar p’adelante,
ya sabes que la infantería nunca retrocede, da media vuelta y sigue avanzando…
Y en eses seis, siete hores, recites todo lo que te acuerdes… La venganza de
don Mendo, Espronceda, Lorca, la Biblia, la Biblia en pasta… Hasta que al final
llegues, cómo no vas a llegar, allí no vas quedar… Y coño, qué buen ambiente
hay en Plaza de Mulas, de repente todo el mundo ye amigu, y cuéntenme de todo, desde el que fue tres
veces desde Madrid y no pudo subir, hasta un argentinu como tú que subió cinco
veces… Too te lo ponen muy fácil, si ye muy fácil, home, claro, el primer día
subí hasta Nido de Cóndores de una tacada, sin mochila y sin ná, esto está
chupao… y antiayer decidime a subir de veres,
y subi hasta Cóndores otra vez, pero ay amigu, aquí el cuerpo ya empieza
a sufrir, ya te empieza a doler la cabeza, y el cuerpo duel por toos los
sitios, y cuéstate movete… Ayer dormí en Cóndores, y ya te falta el agua, y
dormir no duermes un garrapu, porque el viento no te deja dormir, y a les tres
de la mañana sales a mexar porque ya no aguantes más, y ‘tas acojonau porque no
sabes muy bien dónde te metiste… Hoy mira, parecía que daba bueno, pero a mediu
día empezó a metese la borrina, y tú p’alante, porque a ver qué yos cuento yo a
aquellos… Y venga p’arriba, poco a poco porque el cuerpo no da pa más, y cuando
te das cuenta ya no hay nadie ni delante ni detrás, y menos mal que te encontré
a ti, amigu, que si no… Y too esto por culpa de Paz, y de la allerana, y de
Ramón, y de los cabrones de los amigos, y a ver cómo salimos de acá que dicen
ustedes…
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Che, pibe, querés callate, que me parese que se
oshen voses…
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Qué coño vas a oir, chaval, si tamos a seis mil
y pico metros…
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Che, boludo, enculao, ¿no ves que se oshen las
voses de la gendarmería? Que si, que estamos salvados, gashego…