"Parece imposible hasta que se hace" (Alumn@s del IES "La Quintana")
Hoy tocaba machada, ya llevaba tiempo caciplándolo, desde que Marina empezó a tomar esta ruta para ir caminando a Villaviciosa. Yo ya la conocía parcialmente de mi etapa anterior en la Villa (así, la Villa; y punto), incluso lo pateé con Marina y su mariachi un solo año, y pude comprobar entonces que Regalado había muerto tiempo atrás. Quería hacer este valle pero, uno por otro, la casa siempre estaba por barrer. Hasta que hace quince días hice una exploración aproximativa (O una aproximación explorativa, como queráis) y zas, como con esto de las vacaciones y los días largos uno se anima. así que fijé fecha y hora.
Hora, de las mías, de las tempranas. No, no salí a las seis, pero... casi. A las ocho ya estaba en el Infanzón, casi a ciegas, tan a fondo conozco la subida. Y en Arroes tuve mi primer golpe de suerte, encontrarme con Amanda, una ciclista como la copa de un pino que me ayudó a pasar Venta Les Ranes y llegar a El Pedrosu. Porque la táctica de Amanda es infalible: habla casi tanto como yo, así que sin darnos cuenta llegamos a Villaviciosa sin apenas despeinarnos. (Bueno, eso ella...). Mandi siguió hasta La Campa y Sariego (Hoy "solo" hacía 78 kilómetros) y yo me puse a atacar el valle de Breceña utilizando la táctica Mc Arthur: de trinchera en trinchera.
Esta parte del concejo de Villaviciosa es la gran desconocida, salvo para los caminantes que van a Villaviciosa por el llamado camín del Garrapiellu. . Empieza en las estribaciones de Cubera con la subida a Fuentes, al Llavanderu, Collada country, donde yo fui alcalde de Villaviciosa una noche (un par de cerveces y os lo cuento), primeras subidas, primer golpe de realidad: 10%, 10,5%... La carretera empieza a buscar el Altu la Llama, el Sueve...
La zona es preciosa, inigualable, fértil... El verde duele. Si tiramos una bolsa de "gusanitos", dentro de una semana tendremos una pumará; si enterramos el vasu, dentro de diez días tenemos una caja de sidra Cortina. Las vistas, el Sueve al frente, el mar a la izquierda, relajan (cuando puedes darte el lujo de quitar la vista de la carretera). El problema es que la zona está despoblada, salvo por maderistas o veraneantes de fin de semana. Los raposos están de fiesta de prau permanente. Les vaques hablen cuatro idiomas; los jabalíes gasten navaya (y saben como usarla) y les pites tienen que ir con arnés de seguridad para no caer.
Porque la zona se las trae. La entrada a los pueblos es casi siempre igual: subida, repechito, bajada y nuevo repecho hasta el pueblo siguiente. Así van cayendo Breceña, Sietes, Anes... Lo de Coru es casu aparte. Del cartel de entrada al de salida hay casi dos kilómetros y apenas tres casas. Y la cuesta... lo más duro hoy, una cuesta inmisericorde, calvinista... 11,9%, no llegué a ver el 12, pero os juro que estaba ahí, cuando la Calurosa amenaza zapicar y tirarme hacía atrás y apetece poner cuerdas fijas. ¿Algún descanso? Si, para luego continuar el castigo, la táctica Foreman, bum, bum, bum...
- Col de Anayet
Menos mal que pasado Sietes la zona allana y llego hasta Anayu esprintando, a medio camino. Ahora, tras las fotos, toca bajar a Miyares y Borines. "Solo" quedan... cuarenta kilómetros, y la aguja del depósito empieza a descender. Como la chocolatina encima de la bici como el canibal al misionero; no recuerdo si quité el papel. Y beber, yo que nunca lo hago, es un suplicio obligatorio. Villamayor, Arriondas, Cangues... voy a buen ritmo, pero de pronto se enciende el piloto de la reserva, las piernas se niegan a seguir haciendo de pistones, el corazón quiere escaparse, las costillas amenazan con descoserse. Si, ver la basílica motiva, pero... ¿os acordais que para acabar hay un kilómetro y pico de subida? Si me ven los náufragos de Forges estarían orgullosos; pero entonces aplico la técnica Hunosa, consistente en apretar un huevo contra otro y, sobre todo, que nadie te vea que estás jodido. Y subo, claro que subo, por lo civil, por lo criminal, por el juzgado, obligando a los peregrinos a que me aplaudan. Y yo, que no soy así como muy católico, por una vez... por una sola vez... 5 horas y veinte minutos despues de salir y de pelearme con 90 kilómetros, me alegro de ver la basílica.
Como Marina ha ido a recoger lo que queda de mí, es propio celebrar con una buena comida. No voy a hacer publicidad, pero es un restaurante que está cerca de Cangues debajo del llamado Picu la Vieya. Después del esfuerzo, pido "sólo" medio filete relleno de cecina y queso. Cuando llega el mamut, el medio filete es como un folio A3, o dos de los folios normales. Como sería que hubo que pedir permiso a los de la mesa de al lado para poner la tabla. Y el camarero me desafía: "Hasta que no lo acabes, no sales de aquí, vivo o muerto". Dos horas después salgo del restaurante arrastrándome y con medio filete (es decir, la mitad del medio filete) envuelto para comer durante toda la semana que viene. Y es que de Bilbao no soy, sólo de cerca.
Y ahora, a pensar en nuevas azarías.
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