Esta mañana, con las primeras luces del alba... (Joer, chaval, ya pareces Trillo con lo de Perejil) salió vuestro humilde patosu de la venta. Subiendo la Gargantada hay niebla mañanera que augura un buen día de ciclismo. Esta vez estaba en forma, no como el intento de la semana pasada. Así que a mi ritmo, pali pali, Valdesoto, Vigil y en la Secada, diez kilómetros hasta Nava, esto va bien, demasiado bien.
En nava empieza el follón. Orizon, rompepiernas, arriba y abajo. Para los que lo conzcáis, es la ruta de vuelta a la Marcha Esmeralda, pero en el otro sentido: lo que antes se bajaba, ahora hay que subirlo. Nada imposible, pero hay dos hitos: la subida a Cuenya y la rampa después de Pandenes, un kilómetro de esos de risa floja. Después, bajando en plan kamikaze a San Pedro, aunque todavía queda algún repecho traicionero.
En San Pedro torcí hasta Villaviciosa, ya que tenía fartura en Gijón. Es una ruta que conozco como la palma de la mano, cada metro, cada curva. El Pedrosu y la Esperanza son casi amigos, se subieron el año pasado en la Gijón-Gijón. Son puertos facilinos, pero cuando ya llevas un montón de kilómetros se asemejan al K2. Eso sí, menos mal que la temepratura era ideal, la visión perfecta (Peña Mayor, Cubera, incluso los picos de Europa)... cuando tienes tiempo para mirar el paisaje.
La entrada en Gijón mola mazo, carril bici, como un señoritu. 83 kilómetros a la buchaca (temblai, cabrones, que ya tengo casi 2.000 esti añu) y nos vemos en la Colladona el sábado.
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