- Llegando a la cima del Aubisque... supongo.
(En el capítulo anterior, habíamos dejado a nuestro Raposín viajando por media Europa en compañía de una jarca de irreductibles montunos que se intoxican con una extraña poción casi mágica que hace ver doble si se ingiere en exceso)
La noche fue normal, nada que no hubiera hecho en la OJE, tienda y saco de dormir, pigaziar seis, siete horas hasta que algún descerebrado empieza a mover bolsas de plástico a dos kilómetros de distancia (crish, crish, crish, crish...). A la hora del desayuno Prieto fue mi angel de la guarda. Prieto viaja con media casa encima; donde otros llevan una mochila de camelback, Prieto viaja con tres carros de economato y una cocina del ejército. Así que después de un cafetín que supo a gloria bendita, es hora de subirse a la burra.
Como veis en la foto, la Calurosa III era un tanque de 14 kilos de fierro puro, sin lujos, sin suspensión, una pieza salida del Pleistoceno Anterior. Como sería que Prieto acabó llamandola piadosamente "el macho caminero". Pero lo mejor estaba por venir.
Lógicamente, yo no sabía no donde estaba, si había que subir, si bajar... estábamos a medio puerto del Aubisque, ni p'alante ni p'atrás, así que Prieto decidió que mejor bajábamos para hacer el puerto entero.
Y aquí empezó el esperpento. A media bajada, la biela se me sale del plato con zapato y todo. Para que os hagáis una idea, el pedal y la biela me colgaban de la zapatilla. Era como la pata de palo del pirata, pero en metálico. Oh milagro, al final de la bajada había un taller mecánico, así que le expliqué a un operario lo que me pasaba en mi mejor francés de la Escuela Oficial de Idiomas. Lógicamente el buen señor no me entendió ni jota, preguntaba qué idioma hablaba yo, y al decirle que yo hablaba francés, estalló en una carcajada y todavia debe estar descojonándose de la risa. De todas maneras, como no era bobu, entrampió la biela como pude y ya empezamos a subir.
Pero no, no podía ser normal. a la altura de la estación de esquí la biela vuelve a salirse. (¿Obsolescencia programada? ¿Trampa saducea del de abajo?). Allí salió toda la brigadilla y comenzaron a conferenciar entre sí. Yo solo entendía "le petit espagnol", "c'est fou, c'est fou" pero al final uno de ellos, con tal de quitarme del medio, volvió a repetir la operación... y p'arriba.
A media subida encuentro a la jarca montuna de Villoria practicando su deporte favorito, venga sidra. Aquello parecía el Descenso Folclórico del Nalón. Solo i-os faltaba cortar la carretera, y no fue por falta de ganas. Lo mas suave que me dijeron fue: "Cagonmimanto, cagonlaputa, para un poco y echa un culín, oisti". Yo, desorientado, echando espuma por la boca, con una bici que parecía hecha por el doctor Bacterio, hinchando globos sin parar, pensé en contestar haciendo mención a la condición familiar de los presuntos, pero de pronto recordé que me quedaba el viaje de vuelta, así que apretando un güevu contra otru tiré p'arriba.
Al final pude coger un buen ritmo y subir en condiciones, ya estoy fuerte, ahí está la meta, ya veo las pancartas... cuando de repente, la biela vuelve a salirse. Y ¿quien me lo arregló esta vez? Unos australianos que sabían donde estaban tanto como yo, pero sólo sabían que había un tal Cadel Evans pastiando por allí suelto. Por fin pude echar mano del inglés... o eso creía yo, porque resulta que el inglés de Shakespeare que estudié yo no coincidía con el de estos amablas granjeros ovejunos.
Y sí, llegué arriba, la pancarta, momento foto, acordaros, fue la etapa en la que Rasmussen se deshizo de Contador... hasta por la noche. Y sí, Prieto estaba arriba, así que nos pusimos a esperar la caravana. Aquí Prieto dejó de ser Herrerita para convertirse en Lombardía y blocar todos los objetos que arrojaban los animadores por tierra, mar y aire. Prieto, por un llavero, mata. (No es broma, los que lo conozcáis sabéis que Prieto tiene, digamos, 100 maillots y 200,300 bidones).
Tan machacado y cabreado estaba que prometi que para mí se había acabado el Tour,una y no más.
Volví cuatro veces más.
Y estoy preparando la sexta.