Como dijo el abuelo Groucho: "Partiendo de la nada llegaremos a las más altas cimas de la miseria". También recogido por el general Custer: "De victoria en victoria hasta la derrota final"







lunes, 23 de noviembre de 2020


 INIO

 Tengo ochenta y seis años, nací en el ’34. Tuve más nombres… Mi padre púsome Baudidinio, pero luego quedome Laudelino, pero por Laudelino no preguntes, ahora llámenme Inio, na más. Yo soy de la Canga, donde el Corralón, la Texuca, la Fresnosa… Mi padre era de Carbones de la Nueva.  Mi padre trabajó en la mina, pero luego enfermó, no sé qué enfermedad tuvo; y sacáronlu, y estuvo montando la casa máquines con los alemanes en la Nueva; y decíen los alemanes, esti señor tien que quedar aquí porque sabe de too, entiéndelo too, El pozu llamábase San Luis, porque el ingeniero era don Luis. Luego un hermanu míu entró en la empresa, y como ‘taba enfermu mandáronlu pa la casa de máquines. Había allí un reloj de unos alemanes que lu montaron, y estropiose, y ahora quién lo arregla, hay que llamar a los alemanes. Y el mi hermanu lu arregló, qué te parez; por eso, hay gente… él, que nunca ‘tuvo con los albañiles, ni con los carpinteros… Nunca estuvo de nada y sabía de todo. Y esi reloj ahora tovía ‘tá en la casa máquines.

Luego mi pá murió , con catorce fíos, y a mi madre no y quedó un garrapu.. En casa éramos catorce hermanos. Alguno murió de fame, digotelo yo. El últimu que murió de siete años tovía lu conocí yo, tendría yo tres años… Yo era el últimu, cuando murió  mi padre tenía once meses. Por eso yo cuando mamé mi madre tenía mala la leche, y yo enfermé. Yo era una ampolla de los pies a la cabeza. Y lleváronme a un médicu o dos y dijeron que me iba… Pero mi madre no tiró la toalla, amigo…  Entós llevome a don Cándido a Sama, el médicu más famosu que había en Asturias. Y dijo mi má, “vengo aquí con esti neñu a ver si me sirve de algo, pero no puedo paga-y”. Y don Cándido mirome, esti neñu cúrolu yo; y dio-y a mi madre dos pesetes pa que me diera algo de comer, qué te paez.

Los mis hermanos, siete fueron muriendo  y los otros entraron toos a trabajar, y yo entré con los albañiles cuando tenía doce años fui a pedir modo, y en la Nueva empecé en el exterior con catorce años, porque no te dejaben entrar en la mina hasta que teníes quince años. Entré de guaje, estuve dos años, y dos de los mis hermanos ya estaben dentro, sacábenme ocho, diez años… A la Canga, andando; bajabes como nada, y subir era media hora. Trabayar, eso si, como burros, toos los sábados. Yo entraba a les seis de la mañana y salía a les seis de la tarde, too el mes, tou el añu. Echaba doscientes cuarenta, doscientes cincuenta hores al mes, los sábados. De guaje cobraba siete pesetes, y les hores pagábente lo que querien. De picaor ya ganabes según lo sacaras, si te poníen un ben promediu.

Resulta que yo entré con un tíu, hermanu de mi madre, que era vigilante, pero no estaba ná más que pa explotame. Yo diba pa casa y anotaba les hores y salíenme en el libramientu setenta, ochenta hores menos, y quedábase él con ello, y no podíes chillar, y yo decía, voy  matalu, pero decía mi madre: “Calla, fíu!”, y a callar.

Fame en casa… No te digo yo que llevaba pa la mina un tortu poco más grande que esta mano con dos patates frites enriba, y tenía que ‘tar hasta les seis de la tarde con aquello en bolsu; que bajaba de la Canga y apetecíame comelu, pero decíame, “hasta les seis de la tarde, muérome, tengo que aguantame”. En el pueblu había quién tenía un fíu o dos na más, pero mi madre tenía muchos…  Cómo sería que mi madre una vez plantó unes patates por la mañana y tuvo que desenterrales pa que les comiéramos por la noche. Yo lo que más me mató fue que un día llegamos yo y el mi hermanu, y encontramos a mi madre llorando. “Bueno, madre, ¿qué y pasa?” “¡”Toy llorando porque no tengo qué vos dar de comer”. Eso ye un poco triste… Pa una madre…

Frío, nun te digo ná. Tapábamonos con sábanos de la yerba, y teníamos los colchones de hoja de maíz, que bueno, aquello tovía era un poco caliente, fozabes por entre ello… Y echábeste entre ello, y tovía ruxía…

Yo entré en el añu 50. No había seguridad; yo empecé con una boina, como too el mundo, y alpargates. Como te cayera un costeru, la boina no valía pa ná. Grisú, gas, a pandiar, eren los peores pozos pa el gas, esti y la Camocha. Conmigo matáronse dos o tres, eso conmigo. Pero accidentes había cada poco. Llevábamos la lámpara colgando, yo llevaba la mía, el pipote [botijo] de agua y la lámpara de repuestu, pa si faltaba la del picaor, andando por la galería. Silicosis, yo libré, siempre estuve bastante bien. Pero gente que morrió de silicosis, munchos…munchos. En Oviedo tirábense por la ventana muchísimos. Yo cuando empecé en el añu ’50 no había nada; luego ya abrieron lo de [el hospital de] Silicosis, y llevábente a Oviedo, y limpiábente pa dos o tres meses.

La Nueva era un pozu que daba muchu polvo. Yo tuvi suerte que la mascarilla no la quitaba. Les mascarilles veníen con esponja, había que mojales pa poneles, y eso era peor, porque esa humedad iba pa los pulmones; luego ya nos les dieron con filtro, cambiabes el filtro y eso ya valía mucho.  Y tocome con les mules, eren males, pero más males teníen que ser, yeren más listes que… Ya sabíen la hora, qué te paez. Sabíen la hora que teníen que salir. Cuando enganchabes un tren que pasaba de la hora era que no se movíen, yera igual que yos dieras de palos. Sabíen cuándo teníen que salir, como toos. Diben pa la jaula y metíense enla jaula, hermanu… como paisanos.

La primera guelga fue en el 57, fue muy gorda; pero valió, porque sacamos mil pesetes más de aquella; y de aquella fue cuando empezamos a comer un poco curioso. En la Nueva había cuartel, cuando salíes a la plazoleta del pueblu ya te ‘taben esperando. Si a lo mejor reñíes con un vigilante, a los guardies. Andabes asi de derechu. De aquella un vigilante era bastante pa mandate pa la mili. Fue una guelga muy corta, pero dabente palos, y venga. El pozu Maria Luisa taba arrodiau de guardias; y como nunca había habido ninguna, meca…   Dieron leña a retorcer, teníen que paralo como fuera. Pero ahí empezamos a prosperar y fue cuando empecemos a estar bien. Porque antes había comida, pero ‘taba too muy caro. Un litro de aceite valía cien pesetes, y ganabes tres… Luego de la guelga ya podíes pagar un poco más curioso, ya empezabes a prosperar algo, tener zapatos en condiciones.

Los vigilantes eren infames. El vigilante era bastante pa echate pa la mili. Menos mal que yo libré de la mili por la mina; pero si discutíes con él, mandábate pa la mili como ‘taba mandao. Los vigilantes pensaben que la empresa era de ellos. Luego había guardiajuraos, los guardias, había uno que era el cabu que mandaba too, vivía en les cases donde les oficines de  Hunosa, en una vivienda que había arriba; y mandaben mucho, era el que daba les cases en la barriá, él y un practicante que también mandaba mucho; él, y el mi cuñau, Camblor. El mi cuñau fue el que me dio a mí la casa en la barriá. Los guardias llevaben una carabina, pero no era muy allá. Y hacíen controles pa cachear a la gente pa que nadie se metieran con tabaco, habíalu que se metía con el mecheru en la mina, pa fumar, y había que cachealos, porque si prendíen un pitu volábamos todos. Y cacheábente arriba o en planta. En la Nueva, si estalla el gas como tenía que ser, bajaba el castillete enteru. ¡Bueno!… funde la Nueva entera.

  En el ’67 ya entró  Hunosa, y eso fue un cambiu, mejorose mucho por lo que invirtió en seguridad, poner un vigilante de seguridad, guantes, pero cuando me dieron el primer par de guantes… ¿quién trabaya con guantes? Valíen mucho cuando tabes picando, porque el martillu márchate, y dabes contra el carbón, yo tenía les manes abrasaes. Pa picar, si que valían; pa postiar, garrar el mangu del hachu, había agua… Un gatu con guantes no caza, yo quitábalos la mayoría de les veces. Cuando me tocó el primer sábado que no hubo que trabayar, madre del alma… Yo no lo creía…

Estuve en la Nueva hasta el añu ’70, cuando ya cerró y ya era Hunosa, pero luego bajáronme a Samuño y ahí estuve catorce años, hasta que me jubilé. Y cuando marché y empezaron a dame una pensión, yo no lo creía. Tovía no lo creo ahora… El primer día que no sonó el turullu, no fui capaz a dormir aquella noche. Retireme en el 83, entós ya no se trabayaba los sábados, si acasu algún sábado al mes, era Santa Hunosa.

Yo tuve suerte, ´toy pegau a dios, o algo; yo accidentes nunca tuve, na más un poco… Acuérdome que ‘tuve mancau en un pie. Subía por el ramplu arriba porque los picadores entraben a les seis de la mañana y mandáronme trancar porque había que soltar unes pieces, había que ponese en tira pa bajar la madera. Y de repente soltose, y bajaron les mampostes, y una pasó junto a mi, pero la otra cayome en un pie… No me lu arrancó de chiripa. Tireme po’l ramplón abajo, no sé como llegué; pero cuando llegué,  tuve que sentame.

Estuve picando 25 años, y luego tiróseme a la vista, ya lo llevaba arrastrando desde  guaje. Tuve que ir a un médicu particular, el que yera del seguro, por la empresa, pero tuve que ir por lo privao, era Muros, de Sama, no sé si lu conoces, estaba en el Adaro pa la empresa. Entos fui pa la empresa otra vez con un papel que me dio, y dijo Laurentino Cocaño, , bueno, con esto vas al ingeniero, con el papel. Y fuimos yo y un chaval de la UGT, fue un sindicalista conmigo,  y dizme el ingeniero,  bueno, usted con gafes…  vas dir pa fuera, pero hay que firmar la categoría. ¡Y faltábenme dos años pa retirame! Quedeme mirando pa’l ingeniero, mire qué y digo, usted, en mi casu, ¿firmaría la categoría, pa dos años que me queden, voy dir pa fuera perdiendo dinero? ¿Usted fadríalo? Quedó mirando pa mi, no me dijo ni esto. Y dijome, bueno, vaya al capataz, pero el capataz, si no dijo ná el ingeniero, ¿qué me iba a a facer? Así que no dije ná, marché.… Pero encontré al capataz, Inio, qué te pasa… esto… Bueno, pa ti tengo yo puntu. Y púsome con una rozadora, pero con gafes. Pero cuando ‘tas en el fondo sacu, con aquel calor, humedad, polvo, les gafes tómense toes… Yo taba aburríu. Pasé dos años amargau con les gafes, pero tuve que aguantar.

Y voy contavos el últimu día que me retiraba  yo; por eso digo que conmigo tien que ‘tar un ángel, o qué se yo… Porque yo el día que me retiré estuve trabajando hasta última hora, el últimu día, ya en el ’83, con cuarenta y ocho años. Yo taba con gafes y taba tirando de maquina, y llega  el vigilante, Delino, baja ahí mismo y quítame esa tranca, que va a venir el tren con el relleno, va a venir el postiador. Y dije yo, el últimu día, hermanu… de aquí p’abajo no paso. Na mas. Marcho, y encontré al postiador por el camín, Inio, enhorabuena, qué bien, ya marches… Dejábame siempre el pobre manzanes, naranjes,  colgaes de la tubería pa que les comiese. Salgo, estaba en un bar, y oigo, cagondiez, matose uno en Carbones. Resulta que era el postiador que se puso a hacer lo que me había mandao el vigilante.

 

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