RAMON "EL DE EL DORADO"
Vinimos pa Sama desde Pravia después de la mili; Manolo el mi
hermanu nació en el 33, pero vino aquí licenciau ya, en torno a los ’60; yo nací en el ’40.
Manolo Gallego vino con el mi hermanu de encargao en el “Manila”; y empezó el
mi hermanu, ven pa Sama, ven pa Sama… Y yo vine pa la cafetería “Alcazar”…
cafeteríes de aquella, Cuca, el Niágara, el Hogar del Productor… poques, el
Munich… La gente lo que quería era gastar les perres y que yos pusieran un
cubalibre bien servíu. Yo llegué y aluciné, “¿Cuándo trabaya esta gente?” Abría
por la mañana, ambiente; al mediu día, ambiente, por la tarde, merienda, por la
noche… Venga multes por no respetar la hora de cierre, por no bajar la persiana…
Abrimos “El Dorado” en
el 68. No teníamos ni un duro, pero trabajamos mucho, eran buenas épocas.
Salimos pa adelante a base de trabajo, éramos buenos profesionales. Eso si, no
descansábamos, no cerrábamos. Nos turnábamos el mi hermanu y yo, un día
descansaba uno y otru día otru; yo los martes y Manolo el viernes, que era mal
día, porque siempre había mucha gente. Abríamos a las nueve menos algo, y ya
era tarde. Ya había pinchos, desayunos…
Y los lunes, mucha gente trabajaba los domingos pa tener
descanso el lunes, había el paseo por la
calle Dorado, era precioso, y el baile en la pista de “Manolín el Coju”.
Estando bueno, había un ambientazo de la madre que lo parió. Nosotros
estábamos, el Manila y el Alcázar y el baile en el medio; y luego, la pista de
“El Elefés”, acuérdome que vino una vez
aquel que silbaba “El bueno el feo y el malo”, el Kurt Savoy aquel, y venía con
un mono…¡Y robaron-y el mono! Y esti hombre comía y cenaba, dos días que
estuvo, en “El Dorado”. Después cogimos
la pista “Santiago” en los Llerones, que lo llevamos el mi hermanu y yo.
Y había unes peñes, Iglesias, Vicente el del Lorens, Aris,
Jorge, Agustín; esos eren como unos veinte; pero por semana sólo eren seis o
siete seguro, que yo veía a entrar al primeru por la puerta y ya ponía los
siete cubalibres de memoria. La peña de Tatono, Carlos Mateo… La prima de tu
madre, Rosa, yo llamábala Tara porque estaba de maestra en Taramundi, el santu
de ella ye el 23 de esti mes…
Los camareros eren muy buenos, muy profesionales; Miguel
controlaba la de dios, era muy repunante, pero muy simpáticu. Martín… Salvador
el hermanu de Luis el del Manila. Salvador empezó con el hermanu, pero al añu
vino, un domingo , “Ramón, vengo a pedite trabajo”. “Ah, chaval, si está el tu
hermanu vendiendo en frente”. “Bueno,eso ya lo resuelvo yo”. Y estaben esa peña
que te dije, y dice en voz alta: “Señores, silencio, que voy a decir una cosa.
Vengo a pedir trabajo a Ramón, sois testigos de que él no vino a buscame” ¡Y
tenía el hermanu en el Manila, en frente! Tuve otru camarero que se llamaba …
que era un hijo de puta…
Los viernes por la noche… los jueves había mucha gente, los
lunes… El primer lunes que se celebró el carnaval después de Franco, tuvimos un éxito
de la virgen… Luego al añu siguiente ya la gente marchó pa “la Osera”, y un añu
fui yo de carnaval, con un chandar de Adidas verde, y un bombín, y no me
dejaben entrar porque decíen que no iba disfrazau. Y llegué a “la Osera” y no
me dejaben entrar. “Ah, chaval, ¿Qué yé, que esto no ye un disfraz?” Y estaba
Luis Carrasco, Pepito el Jorobu, impecable siempre, de tarabica… Los domingos
cuando había película, “El padrino”, “Lo que el viento se llevó”, “Horizontes
lejanos”… Había un timbre en el cine pa avisar en “El Dorado” cuando empezaba
la película.
-
- Ah, Ramón,
y arriba en el reservao, que solo subíen les parejes… allí ¿qué pasaba?
-
- Ah,
no sé, yo no subía… debío de haber de
todo… yo… no…
-
-
Ramón, cagonmimanto, no te rías…
Mineros, eso era un derroche… Y cuando yo descansaba los
martes, que iba a tomar algo a La Felguera, cuando salíen de la fábrica de Duro
Felguera, aquello era un río de gente. Y ganamos perres, y perdimos perres…
Hubo algún casu de alguno que se puso violento; Había uno, R…
el de El Entrego, le llamé la atención un día, y yo estaba parado en las
escaleras, que estaba parado hablando con Rula, el de Ciaño, y vino por detrás
esti de El Entrego… y me dio un golpe que me tuvieron que llevar a la clínica
Girón, creyeron que perdía un ojo… Unos años más tarde fuimos la muyer y yo a
tomar algo al Kamely, pero estaba esti en la puerta, y dijome la muyer, “no
entramos”, así que fuimos pa el “Bertone”; ¡y vino detrás!, Se conoz que venía
a por mi… Y estaba el dueñu donde la puerta, y cogiolu… dijo-y, oye, vamos a
hablar afuera… Conque entra el dueñu, quitó una cadena de oro que tenía al cuello,
y al segundu entró otra vez… ya está… dicen que y metió con un hacha, o con un
bate de béisbol, no sé, pa mi que y dió una ostia… y al del Entrego no lu volví a ver más.
Cuando marché pa “el Carbayu”, la obra hicela yo, que no
tenía ni puta idea, pero ponía un mueble, quitaba otru, empótrelos en un lao…
No hice inauguración, Delfín el médicu y Helia veníen toos los días a ver la
obra; Delfín era un cachu de pan, yo queríalu mucho. Un día entraron, “estáis
invitaos”; vino un chaval, tomó un café… y pasaron la vía del tren, y bajaron
pa Sama, empezaron a contalo… Oye, que ya abrió Ramón. Y hasta que me jubilé. Entre la gente que yo
llevé, y cuando cerró Eloy, el de El Puente, tuve gente a maza. Mira por donde que estaben los de
HUNOSA al lao, pero yo no ponía bocadillos de mineru: pinchos de pulpo, que
venía gente de Gijón y de Oviedo sólo a comer el pinchu, pinchos de lacón
elaborao, panecillo pequeño, con mayonesa…
Fijate como era en los años ’70 cuando hacíen la falla, que
veníen unos artesanos de Valencia, y hasta un añu hicieron un ninot con el mi
hermanu, con aquellos tirantes con la bandera de España; que un día puso el
ninot encima de una mesa pa limpialu; y una paisana, por la ventana, vio el
ninot así por unes rendijes de la persiana; y el ninot estaba como echando un
culete, con el brazu así pa arriba, pero la paisana pensó que el brazu era una soga… ¡Y
llamó a la policía porque pensaba que Manolo el de “El Dorado” se había colgao!
Y acuérdome de aquellos escaparates por Navidad con juguetes…
dónde ves un juguete ahora…
JUAN LUIS
Tuilla en los años ochenta era mucho más grande, les families
eren inmensos, teníen seis, siete hijos,
sobre todo eren andaluces… De aquella habría tres mil paisanos, hoy no llega a
mil ochocientos, y los pueblos… El pueblu donde vivía yo vivíamos veinticinco
persones, hoy viven…. Tres, y dos… cinco, ná más… La barriada… Hoy, en cada
casa hay una, dos persones, donde antes vivíen ocho, diez…
Mi padre trabajó en el Campanal, pero cuando vino de la mili
metiose en Duro Felguera, pero el ambiente en mi casa era mineru. Tuilla era
Mosquitera, el Terrerón, les mines de El Cabritu… Y era un trasiegu de gente,
que siempre oíes el pitu, que ahora no oyes ningún pitu; y cuando salía un
relevu importante, a lo mejor, a les tres de la tarde, igual había diez
autobuses, pa Gijón, pa Siero…
El mineru era el héroe, el que ponía el jornal encima de la
mesa; pero la casa, la ropa, eso era pa
les muyeres, había que tener la casa al día; el paisano al pozu, la muyer al
ganao; y les tarees doméstiques, el paisano, ni quitar un platu… Hijos, médicu…
Too pa la muyer. Economato, teníamos el mismu economato que los mineros, porque
era la misma empresa; cuando empezó Hunosa, hubo algún acuerdu pa que siguieran
utilizando el economato.
Los chavales, teníamos casi dieciocho años y casi no habíamos
salido de casa, nunca fuimos bandarras. Andábamos jugando a pijauques de neños…
Fíjate que el ocio que teníamos los sábados por la tarde era ir a la casa de aseos del Terrerón a
duchanos con agua caliente, de aquella era una aventura, fíjate, no teníamos
mucho más que hacer; y era por estar toos juntos, porque en casa teníamos agua
caliente, pero era una manera como otra de pasar el tiempu…
Yo entré en Hunosa por casualidad, yo nunca me lo había
planteao. Yo había hecho Magisterio y luego estaba con el curso-puente pa
Geografía. Había un sistema de puntuación, ayuntamientu mineru, vinculación con
la minería, hubo gente que se casó expresamente pa entrar. Pero yo estaba
apuntau al paro, yo estaba iscritu de maestro y de pasu pusiéronme, venga,
apunta ahí: ”Peón”. Y un día llégame una carta del paro, que como llevaba mucho
tiempu apuntau, que si quiero entrar en Hunosa, yo ni me lo había planteao, en
el ’88, que si quería entrar que pasara por les oficines.
Entos preguntéi a mi padre, yo no la había marcao en mi vida,
y mi padre supongo que tendría la ilusión por que yo hiciera carrera, pero
tampoco insistió mucho, “ye tu vida, haz lo que quieras”. Yo no tenía ningún
proyecto de vida, pero con 29 años, yo pensé, “ya va siendo hora de hacer
algo”. Yo nunca había hecho nada, yo taba viéndoles venir. A mi la vida hizome
el regalu de Hunosa.
Yo quería entrar en Mosquitera, pero al poco fue cuando el
incendiu, y fue cuando Hunosa empezó a cerrar pozos, Mosquitera de los
primeros. Yo, la mina que yo conocí, ya no era la mina salvaje de antes. Yo
entré en un taller, sin tener ninguna cualificación; pero ya sabes, ayudante
mineru, luego ayudante mecánicu, luego mecánicu de segunda… Como todo en
Hunosa, vas aprendiendo; y cuando te
dabes cuenta, arreglabes de todo, apretabes cuatro tornillos, luego ocho, luego
arreglabes un cuadru… Era una mecánica muy sencilla, muy evidente, que se ve
mucho, muy intuitivo… martillu, cortafríos… Yo desconozco el arranque, yo nunca
estuve con un picaor.
Cobrabes relativamente bien, estabes relativamente bien
pagau, yo había entrao de solteru… Y cuando me casé con Juana, ella puso
tienda, y entre los dos arreglábamonos. Yo ganaba bien, nunca me planteé ir a la
rampla. Trabayabes siete hores diez minutos, veinte minutos son de bocadillo.
Sobraba tiempu pa hacer todo, si pudieras marchar media hora primero, pero
había que estiralo…
Yo trabajé casi siempre de noche, fue cuando nació Deva;
entos yo salía a les cuatro de la mañana, y cuando Juana iba a trabayar, yo
llevaba a la cría a la guardería, al colegio… Hombre, tenía que levantame a les
nueve pa arreglar a la guaja, y entós volvía pa la cama hasta la una.
Yo retíreme con cuarenta y cinco años; estuve trece años de
prejubilau, y ahora llevo e tres meses ya en caja.
- -
¿Y
tu consideres que la empresa tratote bien?
Buf… Yo digoilo a too el mundo, sin problemas. Yo fice too lo
que me mandaron, yo trabajé dieciséis años en mi vida; eso ye una realidad, ye
todo lo que trabajé en mi vida. Y yo no discuto, yo no entro a que nadie me
diga nada, salvo que alguno me venga de mala gana… Yo no voy a arreglar la
Cuenca.
Y ahora la guaja, porque siempre va a ser la guaja, ya acabó
la universidad, Historia del Arte, que
antes no se separaba ni de su padre ni de su madre, y ahora, Colombia, Méjico,
Perú… Que ojo, tal como está esto ahora, porque estamos detrás los prejubilaos, que si no estaría limpiando
en una cafetería, o preparando una oposición, que mira como está Sama ahora…
VICENTE GONZALEZ DE CANGAS
- Hospital Adaro, Sama.
Yo fui de la tercera promoción de Medicina de Oviedo, 71 al
77, antes había que ir a Valladolid. Yo no tenía ni idea de que iba a acabar en
la minería, yo estaba en Campu Casu, mi padre era veterinario; yo me considero
Casín. Y yo no pensaba que iba a pasar de aquel paraíso, el Campu, a esta zona
minera. Haz poco que me dieron el premio al Casin del Añu, no se porqué, pero
bueno… La verdad que no tenía mucha vocación por la medicina, me gustaba más
las ingenierías, pero mi padre era un médico frustrado, mi tío era otorrino…
Empecé en la Seguridad Social, y luego entré a Hunosa. Saqué plaza para el MIR,
pero fue cuando me casé, la especialidad que me gustaba exigía salir fuera… Pero
había que trabajar mucho, hacer de todo, había pocos medios…
Trabajé un poco con Vazquez, con Crespo, Donate, don Vicente…
Aprendíes mucho en el Adaro; una parte, a huevo… Don Vicente me enseñó
muchísimo, sobre todo de rodilla: era un fuera de serie. Trabajé con Chema, con
Eduardo, la mujer es profesora de Inglés. Yo no tenía ni idea, llegaba un
paisano, “cayome un costeru”, y yo qué será, será de la costa; por eso yo
empecé a bajar a la mina, para ir aprendiendo; cuando tenía que describir el
“mecanismo del accidente” no sabía por dónde empezar. Tenía que aprender lo que
era una mamposta, una jugada… sonaba a
chino. Anduve todos los pozos; Carrio, San Mamés, Cerezal…
El trabajo de minero es muy, muy duro, estas minas son muy
malas. Pero bueno, ya ibas metiéndote en el ambiente, a veces era Vicente,
otras don Vicente. Con el minero estabas donde tú te quisieras poner, la
mayoría de los mineros eran personas extraordinarias, excelentes trabajadores,
supersolidarios… Siempre hay esa minoría de vagos, que hay que saber tratarlos
con un poco de psicología.
Que te engañaban… En ese grupo pequeñin había muchos
autolesionistas, lo veías. Gente que tenía todas las falanges de las manos
fracturadas, y ya estaba empezando por el pie. Yo procuraba no decírselo a la
cara, había que hacerlo de otra manera: “Trabajas muy al límite, muy apurao…
Igual necesitas días, si necesitas días dímelo claro. Una falange te va a durar
treinta o cuarenta días, si quieres algo más pide la papeleta de baja, yo te
explico cómo, pero no mutiles tu cuerpo…”. Con algunos valía, conseguías que no
pasaran por allí, o que te dijeran la verdad: “Cagonlamar, necesito quince días, qué hago…”
Si venían por la de buenas ya indicabas que sacasen una papeleta
por enfermedad profesional. Entonces,lo que preocupaba a Hunosa, las
enfermedades profesionales no figuraba en los índices de frecuencia, de
gravedad “Oye, de tanto manejar el martillo, ¿no te duele el huesín esti del
codo?” “Hombre, claro que me duele”. Vas a estar más tiempo por epicondilitis,
epitrocleitis, la rodilla…
Yo conocí el caso de uno que para conseguir una invalidez
permanente perdió el pulgar derechu. Entero. Ponían dos maderos, uno aquí y
otro aquí. Anestesiaban el dedo con el aire comprimido del martillu a presión, y
con la cota del hachu ¡plas!. Cómo te enteras, siempre hay alguien que te lo
dice. Para que no cicatrizasen las heridas, se cortaban con el hachu… echaban
hasta mexu, orina, sidra… Y tenías que hablar con ellos, quitabes los puntos y
la herida abría entera…
Cuando había hierba, ganao, los de mi tierra, los casinos, los
de Laviana, había que negociar… Yo tiraba mucho de enfermedades profesionales.
Paisanos que trabajaben como perros, en la oscuridad… Yo hasta lo comprendo,
pero es que siempre eran los mismos. Había gente que como no daban palo al
agua, estaben mejor de baja. Y al revés, el gran trabajador, siempre había el
que intentaba entrar con una costilla fracturada, los que tenían buen promedio,
los que se creían imprescindibles, “ye que me dijo el ingeniero…”.
Había trucos, el que te llegaba del lumbago, entonces yo
dejaba caer el bolígrafo y te lo cogía sin llegar al suelo. Cuando miraba la
rodilla yo ya los encelaba: “Oye, que te voy a mover la rodilla que seguro que
te duele aquí y que te voy a hacer daño, pero tienes que aguantar”… un truco
que aprendí de don Vicente Vallina. Hacía
una postura inocua, y cuando lo movía, unos gritos, ayayayayay, ya te
lo decía, está confirmao; cuando era la contrapostura de verdad, “esto no te
puede doler”, y callaba y aguantaba… El
hombro, tenía un perchero, venga, quítese la ropa y cuélguela ahí”, ras ras, la
mayor parte de ellos picaba, de frente a la percha más alta. ¡”Esto es Lourdes!”. Y claro, “mándeme
al Adaro”. ¿Para qué, para que te dijeran lo mismo?. En el Adaro ponían
“molestias subjetivas, exploración negativa… “.
Y cuando había huelga, cuatro días antes pasaban todos por allí, era
impresionante. Yo tenía que poner un poco de freno ahí, “ya está bien, hombre,
que siempre sois los mismos, ahora tengo que atechar a otros”.
Yo hacía guardias en el hospital de Hunosa en Ablaña, en
Mieres, un hospital muy guapu, cancha de tenis y la del demonio. Entonces, un
añu, por Navidad, dimos de alta a todo el mundo; pero quedaba uno, un pobre
demonio, “Bueno, vamos a darte de alta”. Y el hombre no quería, no, yo quiero
quedar aquí en Nochebuena. No tenía con quien pasar la Navidad…
Cuando empezaron les prejubilaciones, interesaba más que
hubiera cuantas más incapacidades, mejor, para jubilarlos por accidente, una
incapacidad, y hala, a bajar plantilla… ahí me tienes a mí, cuando iban a pasar
el tribunal, venían el día antes, enseñándole donde “tenía que dolerle”: Tu,
cuando tal, ¡zas!. Cuando te hagan esta maniobra, esta sí, esta no… era la
presidencia de la empresa la que buscaba una reconversión no traumática de la
plantilla.
Como sería cuando la huelgas, un día llegó uno aquí en el
Fondón con la mujer… Yo registraba las bajas por huelga con una “hache” roja,
otros compañeros ponían un paraguas… “El mi hombre trabajó todas las huelgas, y ahora no y quier
dar la baja”. Trabajaba de noche; y yo saqué el registro de huelgas, aquí estuvo
de baja; aquí estuvo en el botiquín quince días, en esta fecha aquí no trabajó, en
esta huelga dónde estaba… ¿Y dónde había estao todes esas noches? Así que
cogiolu la mujer por el cuello, y… tira pa casa…
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