Como dijo el abuelo Groucho: "Partiendo de la nada llegaremos a las más altas cimas de la miseria". También recogido por el general Custer: "De victoria en victoria hasta la derrota final"







jueves, 12 de marzo de 2020

KONKA CON KA


Mira por donde, estos díis de cuaresma y penitencia dióme por recuperar esti cuentu de 2003, cuando tras la muerte del mi hermanu Tino dióme por poner tierra p'ol medio y marché a facer les Ameriques a mi manera. Al volver alguien lanzó un concurso literariu con el tema "Montañismo y cartes de amor" o algo p'ol estilo, y yo decidime a metelo proque tenía amigos en el jurao, 'taba en forma, lo del Aconcagua había sido un puntazu... y el jurao ni miró pa mí.  Como tenía que meter el asuntu amorosu por algún lao, arreglelo como pude, aunque hoy no escribiría algunes de estes coses...

La mitá del relatu ye verídica, la otra mitá no tanto, podéis ponelo donde queráis... 






-        -   Y vos, gashego, ¿qué hasés acá?


Y yo qué voy a hacer, argentinu, esperar a que llegue la patrulla de rescate, igual que tú, ¿no ves que ‘tamos aquí los dos igual de pringaos? Encima, tú subiste a la cima, yo no llegué, yo quedé aquí, igual que ‘tas tú agora, en esta cornisa, a los 6.200 metros, debajo del refugio Independencia; y tú bajabes, y en estes pillónos la niebla a los dos, ¡a los dos!, si aquí siempre hay más gente que en la calle Uría (o en Corrientes, dicho en lunfardo), y resulta que hoy, precisamente hoy, que cambia el tiempu, que baja la niebla, que no se ve ni un bombón… resulta que hoy no hay nadie más y tenemos que quedar aquí sin poder dar ni un pasu; y encima tengo que date conversación hasta que llegue la gendarmería del Parque, a ver si nos saquen de aquí. Y yo decía que qué carajos hago yo aquí, aunque sabía perfectamente lo que hacía aquí…


Todo empezó el día que conocí a Paz, que si soy argentina, que si nací en Mendoza, que si tengo un primu argentinu pero que el padre ye de el Entrego, que si tú que yes montañeru tienes que subir el Aconcagua, que te lo arregla todo José Antonio el mi primu…

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     - Mira, Paz, déjame en idem, que yo soy un pisapraos, que bueno, si, en Picos de Europa bien, en Ubiña… ¡Pero ahí arriba!



Pero claro, argentinu, ya sabes, cuando a les muyeres se yos mete una cosa en la cabeza… y un añu enteru, vete pa allá, vete pa allá… Coño, qué frío, vamos tener que meter más ropa, sólo con el gore-tex no va a ser bastante, como no suba la patrulla…



-        -  Ah gashego, ahí tenés la batasha perdida… Sha sabés que tiran más dos pelos de concha que sien bueshes juntos. ¿Y qué comida tenés?



Esa ye otra, con tres o cuatro barrites energétiques, un poco de quesu, un salami… Y el agua, queda muy guapo cuando aparez el Brad Pitt calentando nieve en la montaña, aquí en el Aconcagua como si fuera el Tibet pa la película esa… pero aquí la cocinilla apenas funciona, la presión baja, la temperatura exterior… ¿diez, doce, quince bajo cero? Qué más da, el casu ye que pa beber un pocu de agua hay que esperar media hora… Pero claro, en la película él ye Brad Pitt, y tu yes de les Cuenques…


-  Mirá, gashego, si querés sho tengo algo acá que nos puede aliviar…


Y en esto va el argentinu y saca de la mochila media petaca de whisky, y damos un par de sorbiatos… y de repente ya no estoy en el Aconcagua tirau como un perro; de pronto estoy en el barrio de la Boca, tanguista y arrabalero, contando les circunstancies que me llevaron al Aconcagua, el gran Centinela de Piedra… 

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-   Mira, chaval (a seis mil y pico metros el whisky y el hastío suelten la lengua que da gusto) yo hice montaña desde los catorce años, que marchábamos al monte con chiruques – (¿Tu sabes lo que son les chiruques?) y la Guardia Civil, o sea, como los carapintaos aquí, pero con bigote, preguntábente que a dónde ibes, y qué llevabes en la mochila, y llamaben a casa pa saber si te habíes fugao.

A toes estes estaba claro que el argentinu no entendía un garrapu, pero por educación, que allí son muy educaos, callaba y abría los güeyos como platos.

  
-     Y fice de todo… colectives, en grupo grande, en grupo pequeñu, solu, de muchos díis, de un día… Y pasé por etapes de salir toos los domingos, y de no salir nada… Y sobre todo pasé por la etapa deportivo-machotil de a ver quién llegaba el primeru, y quién era el más gallu, y el que más rápido subía, a ver quién mexaba más lejos… Dame otru tragu, que la niebla no escampa…


-     Hasta que me dí cuenta de que no sería de los mejores, hasta que se metieron los años… y empecé a ver la belleza de la montaña. A ir poco a poco, a ir con calma, a disfrutar, a no llegar hechu polvo… Y empecé a disfrutar los amaneceres prometedores, a dormir la siesta en los picos cuando el sol ‘taba en o más alto, a gozar de los atardeceres como se disfruta el amor de una muyer, poco a poco, paladeándolo, disfrutándo esi últimu rayu de sol… ¿Tú sabes lo que ye un atardecer en el mirador de Ordiales, chaval?

-          Sho…

   
-       Tú ya ‘tas casi más borrachu que yo (a too esto, era verdad, y el argentinu, entre el rollu que y estaba soltando y la niebla que no nos dejaba ver, no sabía si tirame a rodar de cabeza o cortase les venes con el filu del piolé…) y entós, en aquella época, metióseme en la cabeza que les montañes son como les muyeres… guapes, no pués dejar de mirar pa elles; atractives, seductores, desafiantes, exigentes; sólo llegues a elles cuando elles quieren, no cuando tú quieres; y cuando conquistes una montaña perguapa ye como si conquistaras a una muyer que lleves tiempo detrás de ella; y reposes, y descanses, y quiés que aquel momento no termine nunca.



A too esto, el argentinu no paraba de movese. Yo miraba pa la niebla; sabía que debajo ‘taba el Nido de Cóndores, y más debajo toovía la Plaza de Mulas, pero no me importaba nada; sabía que nos quedaben unes poques hores de luz, pero yo tenía que soltar too la rabia contenida; en lugar de celebrar la Navidad en casa, ’taba allí perdíu con un argentinu que no sabía qué facer conmigo; y daba paseos pa calentase, a ver si llegaba la patrulla (la patrusha, decía él…), y sobre todo pa no escuchame… pero ye igual, a mi ya no me paraba ni la máquina.


-   Hasta que ligué con una moza montañera también, y solte-y too esti rollu; pero la moza, que ye allerana, advirtióme: “A los hombres pásavos con les montañes como con les muyeres; subís a una y ya ‘tais pensando en la próxima…


Coño, ye verdá, dije yo… pero como la moza era, ye, abondo afayaiza, fíceme el despistau y seguí en el machito… y salíamos xuntos, la allerana y yo, y facíamos raquetes, y esquí de travesía; y p’ol verano, si taba bueno, bañábamos-nos en el primer lago que topábamos, y una cosa lleva a la otra, y cuando fae calor por el monte ya se sabe…


El argentinu no dejaba de dar voces y soplar por un xiblatu que llevaba, uno p’ol frío y  la fame que ‘taba pasando, otro por no aguántame aquel rollu…


- Hasta que rompió lo mío con la allerana, y quedé más alampau que un mineru antes del  día de paga; y andaba yo subíu por les paredes, pero no precisamente por les de la Cueva Devoyu o por les de la escuela de Quirós, sino por les de la casa de Paz, berrando como un amargau, contando-y lo mal que me había tratao la allerana, y ella diciéndome lo mal que lo había fecho yo… y esto era por ochobre más o menos, y Paz, claro, ye argentina, y ye medio psiquiatra, y entós soltome la frase definitiva:


-     Mira, chaval, un clavu saca a otru clavu; y tú, si andaves por aquella rapaza por el cuentu del monte, lo que necesites ye dir p’al Aconcagua a dar un par de berríes, verás cómo quedes a gusto.


-   Coño, Paz, que si no estoy preparau, que si patatín, que si patatán…

      
Pero claro, ya sabes, empezó a decilo a les amigues. Que si esti va p’al Aconcagua, que si va a dir a casa del mi primu el que ye guía de montaña en Mendoza; y claro, les amigues, qué finu yes, qué suerte tienes; y a decilo a los amigos, y claro, delante de los amigos había que sacar pechu, “¿así que vas p’al Aconcagua?”, como el que va a Pola Siero; y empezaron a dejame material, que si Amalia un forro polar, que si Ramón les botes de plástico, que si Nieves el sacu dormir… Y un uno de diciembre garremos toos una borrachera como pa uno grande, y esti que marcha pa allá adelante, y yo que voy pa Mendoza como ‘ta mandao, y otra ronda que paga el que marcha pa la Argentina… y cuando me dí cuenta, venti díis más tarde, ‘taba metíu en el avión…


* * * * * * * * * * * * *


Y en sin dame cuenta ya ‘taba metíu en la Playa Ancha, ná, total, tres hores de caminata, y luego tres hores por debajo del refugio Ibañez, y la Cuesta Brava… y acordábame de toos aquellos cabrones que me habíen dío a despedir a Ranón y ‘taben ahora comiendo corderu (porque a too esto yera el día 25 de diciembre), y yo ya llevaba perdíos tres kilos, y el día enantes en Puente de Inca había cenao un poco de pollu y sopa… Metíu en aquel desierto, mi alma, aquello ye un puro desierto, piedres volcániques, non había camín, cruzabes el río tres o cuatro veces… y en una de estes encuentres el esqueleto enteru de una mula y écheste a temblar, y tu allí en pantalón cortu y camiseta, y un sol de xusticia; mirando de frente p’al Cerro Dedos, y el cerro que nunca llega, y más andes y más lejos está el cerro. Qué más da que encuentres japoneses, y alemanes, y franceses, y la madre que los parió. Cómo yos cuentes que tú ‘tas allí solu (el únicu que diba solu) porque te dejó una allerana y pillaste una borrachera con los collacios en el chigre. ¿Y cómo y expliques a un japonés lo que ye un chigre?



Qué vas facer, tirar p’adelante, ya sabes que la infantería nunca retrocede, da media vuelta y sigue avanzando… Y en eses seis, siete hores, recites todo lo que te acuerdes… La venganza de don Mendo, Espronceda, Lorca, la Biblia, la Biblia en pasta… Hasta que al final llegues, cómo no vas a llegar, allí no vas quedar… Y coño, qué buen ambiente hay en Plaza de Mulas, de repente todo el mundo ye amigu,  y cuéntenme de todo, desde el que fue tres veces desde Madrid y no pudo subir, hasta un argentinu como tú que subió cinco veces… Too te lo ponen muy fácil, si ye muy fácil, home, claro, el primer día subí hasta Nido de Cóndores de una tacada, sin mochila y sin ná, esto está chupao… y antiayer decidime a subir de veres,  y subi hasta Cóndores otra vez, pero ay amigu, aquí el cuerpo ya empieza a sufrir, ya te empieza a doler la cabeza, y el cuerpo duel por toos los sitios, y cuéstate movete… Ayer dormí en Cóndores, y ya te falta el agua, y dormir no duermes un garrapu, porque el viento no te deja dormir, y a les tres de la mañana sales a mexar porque ya no aguantes más, y ‘tas acojonau porque no sabes muy bien dónde te metiste… Hoy mira, parecía que daba bueno, pero a mediu día empezó a metese la borrina, y tú p’alante, porque a ver qué yos cuento yo a aquellos… Y venga p’arriba, poco a poco porque el cuerpo no da pa más, y cuando te das cuenta ya no hay nadie ni delante ni detrás, y menos mal que te encontré a ti, amigu, que si no… Y too esto por culpa de Paz, y de la allerana, y de Ramón, y de los cabrones de los amigos, y a ver cómo salimos de acá que dicen ustedes…


-   Che, pibe, querés callate, que me parese que se oshen voses…


-   Qué coño vas a oir, chaval, si tamos a seis mil y pico metros…


-  Che, boludo, enculao, ¿no ves que se oshen las voses de la gendarmería? Que si, que estamos salvados, gashego…


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