Dos empresarios, uno español y uno alemán (¡¡lo siento!! A mi me lo contaron así) contactan en internet:
- Oye,¡¿tu qué tienes?
- Yo mobiliario de oficina, ¿Y tu?
- Equipamiento informático.
- Ah muy bien, porque yo ya tengo que poner todas mis oficinas con la última tecnología.
- Y yo ya tengo que reponer el mobiliario, que se me había quedado obsoleto.
- Buenos, pues yo te compro tresciento mil euros, pero te lo pago a treinta, sesenta y noventa días.
- Ah, sin problema. y yo te compro medio millón.
- Bueno, medio millón, entonces puedo hacerte un diez por ciento.
- Hala, estupendo, pues entonces vente a Alemania y firmamos los papeles.
- Hecho.
A los quince días, el empresario español viaja a Munich. Papeles, abogados,. traductores, reuniones, detalles... Y se firma todo. Al acabar, el empresario alemán dice:
- Bueno, pues ahora por cortesía, vienes a casa, te presento a mi señora, y tomamos unas cervezas y unas salchichas para celebrarlo.
Dicho y hecho, se van a casa del alemán quien le presenta a su Frau, una elegante dama de aspecto wagneriano. La casa, un buen chalet de 200 m2 construidos; un par de BMW, por supuesto; un par de caballos; una piscina de caucho exterior, perro pastor alemán (of course)... Y el español, que ya ha empezado a coger confianza, dice...
- Oye, todo esto... esto, ¿de dónde sale? Porque claro, sólo del negocio...
Y el alemán, también en confianza, se sincera:
- Si, hombre, ven para acá, mira... ¿Ves aquella carretera que están construyendo y hay veinte paisanos trabajando? Pues eso, el veinte por ciento está aquí...- y se palpa el bolsillo del pantalón.
El español comenta: - Ah, si... claro...
Con lo que el español vuelve a casa y al año que viene vuelven a contactar:
- Oye, la informática que me vendiste, estupenda, llego a todo el mundo y estoy vendiendo una barbaridad.
- Pues todo el mundo comenta el excelente aspecto de mis oficinas y no paran de entrar clientes.
- Bueno, pues yo este año te voy a comprar medio millón.
- Vale, pues ya me me lo pagas como quieras. Y yo te voy a comprar setecientos mil.
- Pues vale, también me lo pagas como quieras. Hale, vente para España.
A los quince días el alemán llega a España y ocurre la misma rutina, pero ya más fácil y más informal. Al acabar la firma, el español dice:
- Bueno, pues ahora, para relajar, vente a casa y tomamos una paella y unas botellas de Rioja.
Y se van para la sierra madrileña. Al llegar, el alemán no puede creerlo: un chalé grande como un instituTo; garita de seguridad; tres jaguars, dos Land Rovers, un helicóptero; un picadero con una yeguada completa; una piscina cubierta. Y aparecen por allí tres mujeres caribeñas de apenas veinte años. Y el alemán revienta:
- Pero qué es todo esto? Esto, esto... ¿de donde sale?
Y el español contesta:
- Ven para aquí, hombre... ¿Ves aquella carretera que están construyendo? ¿Ves aquellos cuarenta paisanos trabajando?
Y el alemán, por mucho que fuerce la vista, no ve nada:
- ¿¡Qué carretera?! ¿¡Qué paisanos!?
Y el español se palpa el bolsillo sin disimulo y dice:
- Pues eso está todo aqui...
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