Volvía con miedo, después de la caída de 2015: rotura de pelvis, tres
meses de baja... Pero ya sabéis, "Caer está permitido, lo obligatorio
es levantarse...".
Así que con la excelente organización de
Granjefe Chus llegamos al centro comercial Zubiarte a inscribirnos y
comprobamos que cada vez regalan menos: unos manguitos (que al fin y al
cabo me salvaron el día,como luego veréis...) y un llaveru... y a
correr.
El domingo 19 de marzo salió con muy buena temperatura. Y
adivina, de todos los del GC BUenavista, el único que salió de corto:
si,amigüitos, el nuevu... Así que Milión y yo, que estabamos igual de
acojoneishon, decidimos hacer grupeta y salir juntos, exactamente a las
8:00, 21 kilometros por hora, paz, amor, buen rollito, pedaleando a
nuestra bola, muybuena temperatura...
Hasta que en el kilómetro
25 me da un ataque de asama terrible, como nunca me había pasado. En dos
minutos quedé clavado, una subida suavísima,pero yo no podía, me tuve
que posar. Si hubiera pasado el coche escoba, todo se hubiera acabado en
apenas media hora. Menos mal que encontré el Ventolín que, por una vez,
iba conmigo.
Y como no podía retirarme porque no encontraba el
coche escoba, decidí tirar hasta el avituallamiento. Menos mal que había
muchos tramos llanos y que el puerto de Unbe solo tiene de tal el
nombre.
Así que una vez en el avituallamiento, me entró el ánimo
otra vez. Y desafiando a la tentación (el hotel estaba justo al lado),
decidí echar mi cuarto a espadas. Arranqué con la mosca detrá de la
oreja, pero el recorrido era favorable, al menor hasta el puerto de
Morga, al que ya llegas con 90 kms en las piernas.
Aquí recordé
el consejo del doctor González González (Chema el médicu) para tales
tramos: apretar un güevu contra otru y aprovechar la bajada. Entrando en
Bilbao volvieron los miedos: ¿Donde había caído hace dos años? ¿Porqué y
como? (Os juro que no recuerdo nada de la caída) Y además, al entrar a
Bilbao está el Col de Begoñet: cuando piensas que ya llegaste después de
110 kms, tienes tres o cuatro subidas en las que juras en arameo (o en
euskera, según sea el caso). Pero los dos últimos kilómetros son de
bajada y tienes las grandes avenidas para tí solo, te sientes Induráin.
Y
al llegar a la meta lloré, solté unas lágrimas por todo y por todos:
porque había vencido el miedo de 2015, por mi madre y Marina (que
siempre que salgo a entrenar me dicen: "Ten cuidado"), de los mis
hermanos, los muertos y el vivo, de los entrenamientos a cara de perro,
de los colegas de pedalada, de los días de frío, de la camiseta que me
pagaron los guajes del instituto...Así que cuando me dieron el regalo
(una resina que apenas cuesta dos euros que para mí no tiene precio) me
puse torero: ¡¡VA POR VOSOTROS!!
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