Como dijo el abuelo Groucho: "Partiendo de la nada llegaremos a las más altas cimas de la miseria". También recogido por el general Custer: "De victoria en victoria hasta la derrota final"







jueves, 3 de octubre de 2019

CACHINOS DE MINA (IX)


PACO EL DE CABAÑOS. NURIA. 

 

- Paco, el primeru por la derecha, de guaje (Nuria diz "washer", que ye de Inglés).

 La verdad ye que pa mi ye un poco difícil hablar de mi padre como mineru, él no contaba mucho, era muy reservau y en casa hablaba muy poco de la mina conmigo y con la mi hermana; pero cuando murió ha dos años pa mi fue un orgullo porque vino mucha gente que habíen trabajao con él, y querienlu mucho. Acuérdome que en el tanatorio llegome un paisano con una barriga de eses… y una cazadora de cuero abierta hasta aquí, y preguntóme: “¿Tu yes la mayor? Yo trabajé con tu padre en María Luisa de tal fecha hasta tal fecha (diome les feches exactes)… era muy buen paisano”. Y eso ya me llenó de orgullo. Él no había tenido ningún accidente en la mina, mi madre siempre diz que en esi sentidu tuvimos suerte, pero un poco de esto, y un poco de aquello, al final ya estaba muy delicau de los pulmones. 


Paco tenía fama de trabayaor, a él gustaba-y hacer les coses bien, y él mismu te decía, fulanu ye un vagu, enfadábase con los propios compañeros que trabajaben mal. Él trabajaba mucho por la noche y un día mi madre armome la de dios porque yo estaba haciendo muchu ruidu por la casa, que tá tu padre durmiendo… Pero cuando se retiró con cuarenta y pico años, yo tenía veinte,  compró casa de Ciañu pa arriba en el Centenal, y él era feliz con los animales, no se cuánto tenía… Llamábalo el rancho porque y gustaben mucho les películes de vaqueros y aquelles noveles de Marcial Lafuente Estefanía.  Él vino de Cangas de Onís, mi güelu era de Extremadura, y mi padre como toos, empezó de güaje, mira por dónde yo profesora de Inglés y resulta que leí en algún sitiu que ye una palabra inglesa… Pero de lo poco que contaba, un día un amigu pidió-y que cambiara el turno pa ir a pescar él, el amigu; y cuando entró en la mina al turno que había cambiao con mi padre matose en un accidente; y mi padre estuvo de borrachera, tendría, no sé, veintipocos años, estuvo tres días y creo que vino deshechu.
 

Paco, cabruñando en el rancho. 


Porque él, de Cabaños, cuando se casó vinieron a vivir a la Bolera, y ahí nací yo, pero luego cuando compramos el pisu en Sama él no quería venir, pa mi padre pasar de Sama a Ciañu era como coger dos aviones… Que cuando yo marché a Inglaterra con dieciocho años, pa explica-y-lo… Y él ganaba un buen sueldu porque trabayaba muy bien. Él era tan tímidu que mi madre tenía que tomar les decisiones por él, empujalu  un poco… Pa hacese vigilante, él no quería, porque decía que era estar contra los compañeros… Y mira que compramos un pisu buenu en una zona buena de Sama, con vecinos abogaos, farmacéuticos… y él no se encontraba a gusto, 'taba mejor en el rancho. 


Hombre, lo de casa había que hacelo y había que aprender, coser, cocinar, eso como estaba mandao. Llámalo machismo, llámalo como quieras. Lo que pasa que yo y la mi hermana ya teníamos otres ventajes, él nunca se opuso a que fuésemos a la universidad. En esi sentidu Rosa y yo superamos a la generación de mi madre; pero eso sí, él decía que además teníamos que casanos, tener fíos, familia, too eso, porque claro, una muyer sola… Y él quería familia, quería nietos. Nosotros mejoramos en el entorno nuestru, yo cuando era chavala y íbamos a Extremadura al pueblu de mi guelu juntábamonos unos cuantos chavales, y estábamos, yo era la asturiana, claro, y había unos cuantos que habíen emigrao a Cataluña, y esos estaben… como dicen aquí, estaben estudiaos; pero yo tenía amigos en el pueblu, los de allí, había unos cuantos que no sabíen leer ni escribir, que yos decíes antes de marchar, vamos a escribinos después del verano, y no podíen porque no sabíen escribir. Y ahora vas allí y notes que aquello va cambiando. 


Y él murió va a hacer dos años, y yo saqué les oposiciones el añu pasau, y ye una pena que no pudiera velo, porque hubiera estao muy orgullosu de la su fia… 


LUIS AURELIO


 Recuerdos de infancia en una cuenca minera
         Nací a principios de la década de los sesenta, cuando la política económica autárquica del franquismo había llevado a las cuenca mineras a su máximo desarrollo económico, en la casas de la Torre de Abajo, en Ciaño de Langreo. Según me contaron, mis primeros días de vida no fueron todos lo sosegados que requeriría una niñez saludable según los cánones actuales, pues el ruido y silbido de las locomotoras, del choque de los vagones, e incluso el de los descarrilamientos de los convoyes sobresaltaban mi plácido descanso, ya que mi casa natal estaba flanqueada por el tren conocido como La Maquinilla, el ferrocarril que comunicaba las explotaciones  mineras de la Duro Felguera y, a menos de doscientos metros, los pasos a niveles de los otros dos grandes ferrocarriles: el de la RENFE o, como todavía se decía en aquella época, del Norte y el ramal del Ferrocarril de Langreo, que se dirigía al lavadero de Carbones Asturianos en el valle de Samuño. A esta orquesta ferroviaria, se le unía el ruido ensordecedor de la carga y descarga del horno de coke de Camellera, de Carbones de La Nueva, así como las grandes llamaradas que desprendían sus gases al inflamarse al contacto con el aire, que estaba justo enfrente. Sin lugar a dudas, un lugar en el que el compositor ruso Arseni Avraamov hubiera considerado como ideal para tocar su Sinfonía de las Sirenas, obra basada en los ruidos producidos por la industria.

            A los dos años, mi familia se trasladó a una casa nueva construida en terrenos de lo que se había conocido como Güeria de Triana, cercana a la barriada de la Juécara que el Ministerio de la Vivienda franquista había construido en colaboración con las empresas. Allí, cada pabellón en esos primeros años estaba habitado en su conjunto  por los obreros de una empresa. Pese a ser una zona de nueva urbanización, los ruidos industriales no cesaron ya que por la orilla del río Triana discurría un trole, así se llamaba a los pequeños ferrocarriles mineros que utilizaban tracción eléctrica, que llegaba justo hasta las cercanías de mi casa para hacer las maniobras de ascenso y descenso. En aquellos años, como tanta gente habitaba en aquella zona no faltaban nunca compañeros de juego. 

            Nuestros juegos se desarrollaban entre las ruinas minero-industriales que en aquella época ya se hacían patentes. Uno de nuestros lugares favoritos eran los edificios caídos de una antigua cerámica, lugar ideal para hacer combates entre nosotros tirándonos piedras. Más de una vez, los padres nos tuvieron que llevar a la Casa de Socorro que estaba en el barrio del Puente, frente al Macelo, es decir el matadero municipal. También teníamos la suerte de que las antiguas minas abandonadas, como la Imperial o Cogida, habían dejado espacios muy útiles para jugar al balón, eran las antiguas zonas de maniobras.  Ahora bien, uno de nuestro juego más divertido, y a la vez muy peligroso, era el montarse en los vagones del trole y recorrer un buen trayecto en ellos sin que te viese el maquinista o el ayudante. Por supuesto, lo más emocionante era llegar hasta casi el parque de maniobras del pozo Modesta o introducirse en el túnel de Cuetos que desembocaba en el mismísimo pozo Fondón, porque allí solían estar los guardias jurados con sus grandes cachabas dispuestos a dar mamporros a tan singulares polizones. Quienes se atrevían a introducirse más cerca de las instalaciones mineras eran los más valientes, a la vez que tenían que ser lo suficientemente hábiles para escapar de los guardias. Algo que solo estaban dispuestos a hacer aquellos que pretendían el liderazgo de aquellas pandillas infantiles de principios de los setenta.



            En mi caso, como muchos niños de la cuenca, no asistí a la escuela que quedaba más cerca de mi casa, sino a aquella a la se que podía concurrir por la empresa en la que trabajaban los padres. Mi padre era maestro de taller en la Duro Felguera y por aquel entonces la Duro subvencionaba los colegios de los frailes, los hermanos de la Salle, más conocidos como los del babero. Estos tenían colegios en Ciaño y La Felguera, mi padre me mandó al de La Felguera, al que había ido él y toda su familia. Con seis años bajaba de la Juécara a la parada de autobús, el famoso Villa, que al principio se localizaba en la calle general y más tarde en el parque, acompañado de otros compañeros mayores. Entre mis recuerdos del autobús está aquel cobrador muy simpático, creo que se apellidaba García, que iba cantando las paradas y cuando llegábamos junto a la Fábrica Siderúrgica, actual Valnalón, vociferaba La Felguera Industrial. Las risas y alguna que otra voz más alta que otra eran frecuentes entre el grupo de niños que nos dirigíamos al colegio, salvo cuando el singular Suso montaba en el autobús, algo muy frecuente. El mismo Suso que inmortalizó León Delestal, en su obra Suso y la banda, y que hoy cuenta con un monumento el parque Pilar Duro de La Felguera. Él nos establecía una férrea disciplina de comportamiento y si alguno de nosotros se reía o daba una voz más alta que otra menudo cachete te daba! 

            Uno los recuerdos del autobús que más presente tengo ocurrió en el año 1972: era una larga fila de mineros del Candín caminando de tres en fondo, completamente en silencio, por la acera de la Fábrica dirigiéndose a Sama a una concentración. Las concentraciones en Sama terminaban con cargas de los grises, policía armada. Pero la huelga y manifestaciones mineras no existían en los medios de comunicación españoles. En mi casa, como en la mayoría, llegadas las 11 de la noche se cambiaba la radio de la Onda Media, por lo general en Radio Langreo, a la Onda Corta con la intención de sintonizar las cadenas extranjeras. Se solía escuchar radio París, en su programa de noticias en español, allí se comentaba lo que había ocurrido ese día en Sama y en Mieres.

            Del colegio de los frailes recuerdo las filas para entrar y salir de clase perfectamente formadas, la caligrafía con plumín y tinta, cuando ya prácticamente estaban en desuso, los rosarios y las misas, el coro del hermano Ginés, que ya había estado en Turón y había fundado el famoso Coro Minero. Nuestra educación iba dirigida a formar y disciplinar aquella infancia proletaria para ser unos buenos productores, como se decía en la terminología de la época, de la gran empresa de la Duro que en aquellos años comenzaba su declive hasta la actual situación de prácticamente inanición empresarial. Pero incluso en el colegio continuaba la sinfonía de ruidos industriales,  por el ruido sabíamos cuando se cargaba y descargaba el Alto Horno, pero el sonido que más nos gustaba era la sirena de la fábrica de las cinco menos diez, que indicaba a los más de 2.000 empleados que estaba a punto de terminar el trabajo diario. También nos prevenía a nosotros, que la mayoría no teníamos reloj, de que pronto íbamos a salir. La sirena de las cinco ya nos sonaba formados o saliendo en perfecta formación por la calles de La Felguera. Al unísono salíamos al centro de La Felguera la legión de obreros siderúrgicos y aquellos destinados a que reemplazarlos.

            Los domingos los rapaces de La Juécara solíamos ir a la sesión infantil a las tres de la tarde del cine Felgueroso, pero cuando fuimos un poco más mayores no enteramos de que el cine Capitol de Ciaño, propiedad del simpático Chito, era más barato y solían proyectar películas del oeste casi todos los domingos, que por supuesto eran las que más nos gustaban a todos. Allí nos acercábamos unos cuantos siguiendo las vías del tren, porque acortábamos mucho el trayecto, aunque había que ir con cuidado ya que vestíamos de traje  los domingos y no podíamos mancharnos con la grasa  o estropear los zapatos con el balastro. 

            El regreso solíamos hacerlo por la carretera general, para dirigirnos a  la calle Dorado al puesto de golosinas y chucherías del popular Tasio, en el que gastábamos lo que nos quedaba de las propinas dominicales que nos daban nuestro padres.

            En estos momentos, sentado al ordenador escribiendo estas dos hojas que me pidió para su blog de recuerdos mi buen amigo Manolo Carbajo, - para mi y mi  grupo de amigos Carbajo el de la OJE-  van fluyendo a mi memoria un torrente de recuerdos que hace tiempo que estaban arrinconados en mi mente.

Luis Aurelio González Prieto


CHEMA



Yo una cosa que siempre me gustó fue la medicina deportiva, fui de la primera promoción,  y trabajé en San Isidro, fijo discontinuo; los otros seis meses trabajaba en la Seguridad Social. Y era muy guapo, estás esquiando, con el walkie, y eso que trabajábamos como burros… Pero estando en la mili, pa aprovechar el tiempu, estudié lo de médicu de empresa. Y avisome Fernando (ver Cachinos de mina VIII), oye, van a salir unes places, mira a ver, y metilo pa allá, pero no tenía nada de empuje, solo tenía la especialidad. Yo no tenía nada de familia de mina, mi padre había estao en Duro Felguera y yo solo tenía a mi güelu que había estao en la colonia penitenciaria de El Fondón, él había sido teniente republicanu de carrera, y en los años cuarenta él decía que la mina era muy duro, muy peligroso…

Yo metí los papeles por acércame a Asturias, yo estaba en la Diputación de León, y habíen prometido méteme allá, pero nada…que yo ya empezaba a querer una estabilidad; y yo ya salía con la que hoy ye la mi mujer y empieces a pensar, seis meses aquí con los guaje. El primer corte no lu pasé, había otres “circunstancies”; eren cinco places, pero luego uno renunció, el otru no y convenía… y a los dos meses entré. Yo podía haber quedao en la Seguridad Social, pero no me gustaba, sólo me gustaba cuando estaba en Urgencies. Pero claro, a diario, de ocho a tres… y acaben yendo siempre los mismos paisanos; yo veolo por la mi muyer, y ye un tipo de medicina que no me gustaba. 

Y en Hunosa tampoco me gustaba al principiu, después de unos meses, un añu, vi que era un poco como la Seguridad Social; pero tuve suerte de que tuve unos jefes de Seguridad, no jefes de servicios médicos, bastante buenos, y convencilos: después de cuarenta años de hacer siempre lo mismo habrá que cambiar, no  podeos estar en el botiquín esperando que llegue el accidentau. Si hay un accidente habrá que atendelu, habrá que ir a por él, atendelo in situ; y presenteyos papeles, estudios de los americanos, de los alemanes; cada minutu de accidente cuesta tanto, toda la parafernalia. Luego planteé el tema de medicalizar la Brigada, y eso fue una manera de romper la rutina de duelme aquí, dame de baja; la mitad de la jornada desahogábame con los brigadistas, yo hacía lo mismo que los demás. Yo estaba destinau en Maria Luisa, luego en Candín, y yo estaba hasta les doce, pero luego el resto del tiempu estaba en la Brigada.  Primero tenía un teléfono que era como un ladrillu, luego los “buscas”, y estaba a disposición veinticuatro horas. Y era un desafío organizativu, había que organizar el serviciu médicu específicu de la brigada; pero luego yo en los pozos tuve muchísima suerte, porque tuve muy buenos compañeros, hablo de compañeros médicos, ATSs, hasta la de la limpieza… y somos un cogollín comemos toos los viernes. Y que en un momento te echen una mano, eso ye fundamental, si no no pués llevalo todo. 

Cuando estás en el botiquín tardes tres meses en saber quién vien a escaquease y quién está jodiu de verdad y quier seguir trabajando, ya ves el trabayaor, y eso no se debiera permitir.  Y al final el rompecoyones ye el que se sale con la suya, y el que trabaya de sol a sol, como no protesta, déjalu… como todo en la vida. Y yo no puse problemas de horario, pero yo la condición que puse a Maximino, el jefe de Seguridad, el que dio el pasu adelante, era que no quería estar adscritu a la brigada. Tú date cuenta de que la brigada no tenía un botiquín propiu; y yo pedí que no solo había que tener un médicu, sino varios ATSs. Dedicación, too lo que se pueda, aunque había que compaginalo. Pero la condición, el que vaya allí, tanto médicu como ATS, tien que pasar les mismes pruebes de acceso que un brigadista, tú tienes que integrate allí, y ellos tienen que ver que también puedes paliar, sudar la camiseta con ellos. Y si hay un accidente había que entrar; que no teníamos obligación, pero no me lo llevaba el cuerpo y yo siempre entré, esa era la mi filosofía. 

De aquella yo compatibilizaba un poco con lo de Rescate del Principado, y empecé a insistir en la formación, porque  cuando el paisano va a reconocimientu, pagase-y un poco más y damos formación teórica, pero no en el aula; no ye lo mismo hacer un simulacro aquí calentín, con luz… No, nosotros íbamos a la rampa abandoná que estuviera más empiná, con el mineru de Seguridad, o el vigilante de Seguridad, y entraba yo con un ATS, allí era donde íbamos a hacer les practiques: material, inmovilización, primeros auxilios. Y los que teníen trabayu de galería, en la galería, pero los que teníen trabayu de rampa, íbamos a la rampa con ellos. Entós los mineros ya veíen que si había un accidente, quién los iba a sacar; y entrábamos hasta atrás, porque como mínimo teníamos la misma capacidad física que el brigadista. 

De entrada tienes que hacer una prueba de esfuerzu, la rampla… Y luego, cada quince días les mismes practiques que hacíen los brigadistas, en ambientes tóxicos, irrespirables, con humos,la cámara oscura… Y ahora ya está muy avanzao, usamos el miso humo no tóxicu que hay en los teatros; pero había veces que quemábamos trapos, cotón, aceite… lo más real que pudiéramos. Y gracias a eso hubo incendios que ya casi sabíamos lo que había: Camocha, Nicolasa, Monsacro, con ambientes irrespirables completamente. Nicolasa, en navidades, fue terrible… (Ver “Amable”). Esta coincidió con una güelga gordísima que había, y dejáben-nos pasar. De hecho Nicolasa sigue trabajando. 

Lo de Málaga tuvo mucha prensa, pero hubo muches situaciones que sí, que echen muchos cojones, pero tienen una capacidad técnica altísima; son gente que lleven too la vida en la mina, y en el pueblu están acostumbraos a ser autosuficientes, con cuatro alambres de retochar hacente unes coses… En la escasez se ve al maestro. Lo de Totalán fue milimétrico. Y eso que además entra un ingeniero técnicu con ellos que sabe del tema de gases. Y eren muy fuertes físicamente, pero había alguno que fumaba dos cajetilles toos los días. Siempre me acuerdo que en Maria Luisa quedosenos un brigadista, hubo un derrabe y murió. Yo estaba en el pozu y avisáronme, “oye, que hay dos enterraos en María Luisa”. Y vestime en el pozu, que yo ya tenía too el equipo, y cuando llegó el camión yo ya estaba esperando. El equipo, toa la parafernalia que lleves, el respirador… igual son quince kilos, no, más… casi dieciocho kilos. Y fuimos corriendo cuatrocientos o quinientos metros galería alante, yo iba un poco delante porque estaba en buena forma física; pero cuando llegamos a la chimenea, que ellos ahí dominen… Si los ves subir por la chimenea pa arriba… no yos seguía el ritmo, yo iba reventau. Y el jefe de equipo fumaba dos paquetes mínimo. Tu date cuenta de que cuando estás en la brigada no estaben mirando pa’l techu. Toos los días ná más llegar, revisión del equipo del camión, material de escalada; yo revisaba el equipo de primeros auxilios; luego teórica, de gases, de uno… otros días gimnasia, que hay un gimnasio muy curiosu, otros días postiar, otros soldar… continuamente en movimiento, formación. 

Pa el mineru ye fundamental saber que está la Brigada detrás, hay una seguridad… que el paisano baja al pozu, pero sabe que si pasa algo, psicológicamente date una seguridad… Porque si lo externalices, no ye o mismo. Un mes al pozu, un mes a la Brigada, porque si no olvides la mina, acabes viviendo en una jaula, y eso nótase… Son un cuerpo de élite. Yo vilo con ellos, accidentes que sabíes que no iba a salir ninguno vivu; y llegues hasta aquí, donde ye lo humanamente posible; pero siempre hay un pasu más, en todos los sitios. Yo estuve con ellos en accidentes en Méjico, en Argentina, que podíes decir… bah, como son de pa allá… Y no, son compañeros de mina. En Méjico llegamos a sacar sesenta y tantos cadáveres.

Yo trabajaba de lunes a viernes, mas de cuarenta hores uno con otro, estaba a gusto, hacíes coses; y iba pa La Morgal el fin de semana. Y yo tuve dos loteríes en mi vida, una cuando entré en Hunosa y cuando salí, y yo tuve muy buenos compañeros en la Morgal. Conel Grupo de Rescate de la Morgal hicimos practiques en simes, en cueves… Y en la Brigada tuvios otra suerte,nunca hubo problema de comprar material médico, lo que quisiéramos, nunca nos regatearon, ferules de extricación, UVI móviles, pulsómetros, mira hoy toos los deportistas aficionaos; pero haz treinta años, que nadie lu tenía… Y lo que no se conseguía un añu, al siguiente. Ahí veíes que la empresa miraba por los suyos. Hubos dos directores de Seguridad, Maximino y Andrés, que nunca escatimaron ni un céntimu, y eren muy receptivos, pásame la lista, lo que sea, Chema, paez mentira pa ti… Que de aquella muy poca gente se atrevía a innovar.

Y los ATSs eren buenísimos, exageradamente buenos, sabíen de todo, hacíen de todo, ojos, radiografíes… que luego conseguimos hacer formación en la antigua Residencia, reciclaje… Y fui a hablar con Paco del Busto, el que fue consejeru… él estaba de jefe de urgencias, y fue metiéndonos poco a poco, y luego al final firmaron en la Consejería. Íbamos un mes, y aquellos paisanos, Canor, Alvarina, Pili…en teórica, bueno, pero teníen una capacidad de trabajo brutal. Y luego de los médicos trabajé con gente como Manolo Alas, pa mi fue el gran olvidau de la traumatología minera, que era buenísimu, y tenía una capacidad humana extraordinaria, hasta estuvieron a puntu de llevalu pa Madrid, pero vendíase muy mal… 

Nadie queda dentro. Y son gente dura, cuando esti compañeru de la Brigada en María Luisa que lu tuvimos que sacar muertu, y era una chimenea; íbamos pasándonoslu de uno a otru; y paisanos como vigues, con el cadáver en les manos, y unes ganes de llorar, y había que aguantase… Buf… cogiéndolu, y maldiciendo… La prioridad ye siempre sacar al paisano. Que cuando lo dicen los americanos en les películes queda muy bien, pero eso yo vivilo en primera persona, y los americanos véndenlo… Que yo siempre lo dije, que la Brigada si en lugar de tenela nosotros la tienen los madrileños, o los vascos, o los catalanes… están a nivel mundial, en congresos por too el mundo, dando conferencies, porque no lo hay. Aquí veníen de otros países a formase, iraníes, la de su madre… Y tu mira qué país tenemos, qué Guardia Civil, yo que trabajé con ellos en el Principado en el 112, mira a Bernabé Aguirre, Chiro, Fernando el de Jaca… 






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