(“El mismo tren que nos vino a traer el progreso se llevó la gente”
(Esta crónica está dedicada a mi compañera Elena Flórez que fue la que cabruñó too el asuntu y ye la fan number one de esti blog)
(Esta crónica está dedicada a mi compañera Elena Flórez que fue la que cabruñó too el asuntu y ye la fan number one de esti blog)
A
veces si dejabas la bota te la bebían, “desaparecía”, ibas allí y no
había nada, era una broma y ya está. Pero aquí en san José siempre estuvimos
muy unidos, y fíjate que a veces si entrabas de tarde y era día de paga y te
daban el sobre, ibas pa la casa de aseos, te cambiabas y dejabas el dinero en
la percha, y cuando volvías allí estaba, la paga era sagrada, ni se tocaba. Tu
date cuenta que no había furgones de seguridad, hasta finales de los ’70 subía
un taxi desde León con la paga de los mineros ya cada uno en su sobre. Y venía
una pareja de la Guardia Civil, se llevaba a la oficina de la empresa ahí en San
Lorenzo, y desde ahí se distribuía a los grupos de Matallana, San José, Tabliza, Fábrica… Y jamás
faltó una peseta.
(Izq) Gabriel Lucas, José Luis Tocino, Efrén Aldeano, Fernando Lucas (primo).
GABRIEL.- Aquí hay una cosa
alegal… este pueblo legalmente es Robles de la Valcueva. Se llama Estación de Matallana a partir del ferrocarril.
Todo se centralizaba aquí detrás mismo, ahí se lavaba el carbón, llegaban los
vagones, el trenecillo…
EFRÉN.- Los tres trabajamos pa la
Hullera Vasco Leonesa, pero luego la empresa tenía pozos en Sabero, en
Barrruelo de Santullán, pero aquí en la zona estaba San José, había unos
chamizos, el Picalín, Bardaya, y Competidora, que era un grupo que estaba aquí
al lado. Aquí trabajábamos en Tabliza y San José. Y estuvimos desde el ’75
hasta que en el ’85 cerró todo aquí y nos mandaron a Santa Lucía. Matallana
está ahí, a un kilómetro si viniste por Vegacervera; realmente esto es la Estación,
porque todas las maquinillas venían a
parar aquí, y luego iban al ferrocarril de la FEVE que se lo llevaba todo pa el
puerto de Bilbao o pa la central de la Robla.
FERNANDO.- Yo tengo una casa ahí
de la Vasco Hullera. Ahí se llenaba un autobús entero de chavales, entero;
cuarenta y seis viviendas más luego los chales, otros ocho o diez, todo ocupao,
y lista de espera pa que te dieran una vivienda. Paraba el autobús en el barrio
de San Lorenzo, que tenían que ir en el autobús de pie… y hoy no llega a
cincuenta chavales en el colegio en Matallana. Había guardería y todo…
GABRIEL.- Talleres de bicicletas
llegó a haber cinco, cinco talleres vendiendo bicicletas a los mineros, de
aquellas de frenos de hierro, mi padre empezó vendiendo en los años cincuenta,
barra, portabultos resistentes pa cargar astillas, sillín de cuero, lámpara,
todavía yo las conocí con lámparas de carburo. Pesaban dieciocho, veinte,
veintitantos kilos… Tengo alguna por ahí, la de mi padre. El paisano se
guardaba cuando llovía con un saco de arpillera
así por el cuello y el pecho. Los de Mina del Oro, de Amilivia el abuelo, tenían aquí el taller y las
oficinas, y tenían un sistema, yo lo conocí en los años
sesenta, la gente venía hasta aquí y dejaban las bicicletas y subían al pozo en
un camión, y el camión bajaba el carbón y por la tarde subía las bicicletas y
al salir bajaban ya en ellas. Por la tarde había riadas de bicicletas, las BH y
las Orbea… Hoy la que tengo pesa ocho kilos, la de mi primo Fernando pesará
unos diez kilos… Mi padre empezó en la
mina pero luego salió y puso el taller y eran cinco talleres, vendiendo y
reparando, sobre todo reparando, tuvo unos años muy buenos. Reparando pinchazos y toda clase de averías, que hoy vas
a reparar un pinchazo y te tiran la cámara a la cara.
FERNANDO.- Nosotros íbamos en la
Fusca, unos autobuses que había, el Pegaso aquel grande, los primeros eran
americanos. Pagábamos un tique, o a
veces en camión, que luego bajaban los
paisanos y cargaban materiales.
GABRIEL.- Y cuando Santa Bárbara,
eran unas fiestas… Una semana antes ya subía uno con la dinamita y empezaba a
tirar pa este lao, que mi padre tenía allí la primera casa, y un año le
reventaron el techo. Y vino gente de la Hullera, pintores, albañiles, y se lo
arreglaron todo. Y años más tarde ya tiraban aquí en este monte de enfrente, y
ya tiraban ocho o diez paisanos, doscientos, trescientos kilos, un ruido, que
la dinamita era barata… Y empezaban a tirar hasta las doce, que era la misa, y
cuando acababa, otra vez…
FERNANDO.- Los cohetes los tiraba
yo, cincuenta docenas de cohetes, a mano con el difunto Ríos, a mano. Si te
cuento lo que me pasó un día… Estaban en misa, estaba Ríos al lao, y tenía
treinta docenas de cohetes al lao, y Ríos iba dándome, bum, bum, venga… Se
marchó uno… cayó la mecha donde los cohetes ahí al lao de casa Julita. Ay la
que preparé… Un agujero en el suelo… Ay la leche puta. Y no nos pasó nada, no
sé como salimos Ríos y yo de allí. Menos
mal que no estaba el Land Rover al lao, que
si no sale el Land Rover de la Vasco volando…
JOSE LUIS.- Un día nos invitó la
empresa el día de Santa Bárbara, y decía el jefe, no mezcléis bebida. Una
comida, a base de langostinos… Y ya veníamos bien puestos… Y había dos que se
pusieron tan pesaos, me puse en la puerta y dije, déjalos, iban a darse de
tortas; y a los diez minutos venían abrazos, cantando… había tal compañerismo…
FERNANDO.- Entramos en el 75 con
18 años, los legales para entrar. Yo trabajaba en una sierra con Florencio, que
entré con catorce años, que entrabas y no sabías cuando salías, que te tenía reventao y te daban cuatro
pesetas. A lo último no sé si eran siete u ocho mil pesetas. Cuando entré en la
mina era como que me tocó la lotería, que trabajabas tus siete horas, los
sábados en casa… Ahora, la huelga gorda fue la del ’91, la de hace siete años
ya nos pilló jubilaos. La del ’91 fue muy gorda, cinco meses y pico sin cobrar,
y nos quitaron todo, era por el convenio. Que cómo ibas a salir pa adelante, mis
suegros me tuvieron que echar una mano, tirando de los padres…
JOSÉ LUIS.- Yo compraba genciana,
chanzaina la llamaban en Asturias, y la
gente lo iba a buscar al monte y me lo vendía, yo pagaba diez pesetas más, la
gente se buscaba la vida como podía. Cada segundo día, un viaje al secadero.
Tasio me vendía mucho… Y que conste que Vitorino
Alonso vendió las escombreras gracias a las huelgas nuestras.
FERNANDO.- Había compañeros que
se buscaban trabajillos por fuera, compañeros enganchistas que tenía yo iban
vendiendo carbón por las casas. Al final no sacamos nada, trece despidos y
perdimos todos los derechos que teníamos: Santa Bárbara, que hacíamos unas
fiestas de la leche, los reyes de los niños…
EFRÉN.- Ahí puede que hubiera una maniobra ya
que a la misma empresa le convenía tenernos un poco acojonaos, porque iban a
abrir la nueva mina. Nos metieron miedo, a ver quién se metía en otra huelga,
la empresa ganó unos años de tranquilidad. El objetivo de los mineros era parar la
entrada de carbón por la cinta hasta la central de la Robla, pero PEAL, una
subcontrata, era de cielo abierto y
suministraba a la térmica hasta que se les paró, se quemaron los cuartos de
aseo, la cinta de transporte, y ya era,
o paramos todos o no paramos ninguno, no se dejaban pasar camiones...
JOSE LUIS.- Y luego fueron cerrando paulatinamente: primero
cerró Socavón, luego Ciñera… Y cuando fuimos a Madrid hace siete años yo
llevaba unas bombas aquí en el pecho, pero llegando al campo de fútbol, el
Bernabeu, ya me dijeron, tíralas todas, que si no… estaba aquello de policía
nacional… Y nosotros íbamos a defender a los mineros y no nos valió
de nada, a los cuatro meses ya firmaron. Muchos compraron coches, pensaron que tal, y a los cuatro días, ni trabajos ni coches.
FERNANDO.- Yo tenía el 2.647 en
el ’75 de ficha de maquinista y me jubilé de artillero los tres últimos años,
que cuando empezaron a prejubilar fueron bajando los números, pero llegó a haber tres mil obreros en toda la
zona, interior, exterior, lavadero… Los últimos chavales marcharon hace dos
años, el que pudo; algunos salieron
prejubilados, pero hubo alguno que le
faltaron dos o tres meses… aquí hay un chavalín, el de Goyo, por cinco meses
quedó despedido, ahí está el pobre hombre. Un hijo mío marchó antes de tiempo,
pidió la cuenta y ahora está en León. Marchamos prejubilaos en 2000 con 25 años
de mina, y nada más que marchamos los mayores, empezaron
a dar palos otra vez…
JOSE LUIS.- Yo entré
en el 29 de marzo del ’66, que el jefe
de grupo era don José; y el 1 de julio, que don José estaba de vacaciones, don
Mauricio, que había sido alcalde de Pola de Gordón, me paró y me dijo: “Tú
tienes cuerpo pa picar, así que a partir de mañana vienes y pides picas”, yo
qué sabía de picar. Y así empecé a picar
y todavía me tocó trabajar los sábados cinco horas. Y yo tenía la vida
resuelta, yo tenía tres motocarros en la Coruña y con eso iba tirando, pero
como estaba censado en Villamanín tenía que hacer la mili, y por eso entré a la
mina, que eran tres meses.
Las prejubilaciones empezaron en
el ‘98 y yo fui de los 35 primeros que
prejubilaron, que me había operado del menisco. Y cuando volví, que me quedaban
cuatro meses en activo, tres y uno de vacaciones, cojo y me cambio, voy a por
la lámpara a la lampistería y me dicen, ya no perteneces a la empresa, y voy a
la oficina y me dicen, quién me ha prejubilao, y me dicen, los sindicatos, y eso que perdí las vacaciones, y di vueltas y
vueltas, y no me las pagaron. Y había
vigilantes que no se prejubilaban cuando les tocaba pa que entrara el
hijo.
EFRÉN.- Seguridad, en ese sentido
siempre nos dieron buena ropa y siempre lo tuvimos bastante bien, en eso la
empresa se ha portao bien. Botas de
seguridad, guantes cuando lo quisieras, los cascos… qué malos eran. Y había una Brigada de Seguridad muy buena, y
pa estar ahí había que valer, a partir de cierto número de trabajadores
había que tener brigada propia; pero pa estar ahí había que tener lo que hay
que tener, estar preparao físicamente. Y los asturianos venían a Valencia de
don Juan a secar, pero nosotros íbamos a Perlora, a Alicante a unos chalés de
la empresa que se sorteaban, y había
un viaje a Canarias para el grupo que mejor funcionaba en seguridad, el grupo
que tuviera menos accidentes; los chavales iban a un campamento a Llanes. Los
asturianos venían aquí, nosotros íbamos a ver la mar. Y era un lujo… Pero desde la huelga del ’91
se perdió todo.
JOSE LUIS.- Un año compré una moto, una Montesa 81, pero como
había mucho hielo iba la moto pa un lao y yo pa otro, grava, hielo, pegué
varios tortazos así que compré un “milquinientos” bifaro de segunda mano, y de
aquella había pocos coches… el “seiscientos” de Piedra, y el “cuatro
latas” de don Juan, el director de la
empresa, que como yo estaba de delegao
sindical una vez fui a hablar con él y me dice, José Luis, cómo vienes a
pedirme perras, que tienes un coche mejor que el mío, y digo, pero yo lo estoy
pagando a letras… Que yo tenía un promedio muy bueno, estaba en muy buen sitio
y picaba tres y cuatro tajos. Que yo tenía 12.484 pesetas de promedio; y luego
venía Cota, 7.159 pesetas.
FERNANDO.- No le quites el mérito
a Juan Pijón, que ese era también de los
que más ganaba… Era muy bueno con la pala y barrenando. Ganó mucho dinero, que
era un hombre que decían que te cogía el martillo con una mano y con otra. Yo
estuve aquí diez años de maquinista, y marché pa Santa Lucía. Y yo hacía mi
trabajo, Y cuando me faltaban tres años, que un día me llama el capataz, el Moncho, y me dice, pasa por la oficina; y yo, qué
querrá este hombre… Y me dice, te queda poco pa prejubilarte; te voy a dar una
oportunidad pa que el día de mañana cuando te prejubiles te quede lo mismo que
me queda a mí, te voy a poner de artillero. Y me pilló un capataz, el Piezas, y
me subió el promedio pa que ganara un poco más. Y yo trabajé bien y gané bien,
que yo no lo esperaba…
GABRIEL.- Ahora, siempre hubo que trabajar duro. Voy a contarte un caso… Mi padre en una
ocasión estaba trabajando aquí en Bardaya. Mi padre bajaba caminando seis
kilómetros, otro tanto de vuelta, y un
día, después de sus ocho horas, le dijo el vigilante, Lucas, te tienes que quedar otras cuatro horas, y claro, mi padre no había comido, mire, que
estoy sin comer que no me tengo en pié, y no se quedó, bueno, bueno, allá tu. Y
al día siguiente subió a trabajar, y al ir a pedir lámpara le dijeron, pa ti
hoy no hay lámpara, y lo mandaron pa
casa. Y al día siguiente igual, y el castigo no era sólo perder un día de
jornal, era que además tenías que hacer el trayecto en balde. Que mi madre
hacía garbanzos un día sí y otro también, y metía un chorizo para el hombre de la casa, el
que trabajaba.
FERNANDO.- Y unas nevadas, mira
aquí, y frío pa ir a trabajar, cinco y seis y diez bajo cero; y cuando nevaba
el viernes de noche y estabas trabajando, la Fusca no te subía a buscar y
bajabas andando con too la nevada pa abajo, te buscabas la vida. Mi abuelo venía desde Palacio de Torío, a unos
quince kilómetros o por ahí, venía andando con compañeros, y cuando venía solo,
no se me olvida, le salían los lobos,
que le daba miedo, y les daba con la cachaba, con el candil, que venía con un
candil de aceite… Y otros quince de vuelta. Y se pasaba mucha hambre, nosotros
ya no pasamos hambre, pero el abuelo se acordaba de los chavales y a veces iba con medio
bocadillo de vuelta pa casa.
JOSE LUIS.- Yo con los lobos… Yo
tenía un todo terreno que lo manejaba la mujer de maravilla, y un día que no
arranca… Teníamos diecinueve bajo cero… Y los que estaban conmigo, qué, toos allí
esperando pa subir conmigo, y dale, dale, y que no arrancaba… andando hasta
Ciñera. Allí tomamos unos vinos, y yo pa
los Barrios de Gordón, y tenía que ir de
espalda, de culo, porque el aire no me dejaba caminar… Y yo caminaba, pas,
pas,pas… y paraban… Y pas, pas… Que me paraba yo y se paraban… y tenías
mechero, linterna, pero como si nada… Y llegué a casa a las cuatro de la
mañana.
GABRIEL.- Ahora menos mal que nos arreglaron la
carretera… Yo cada vez que voy a Asturias vengo envenenao, qué carreteras… Y
aquí, que tenemos Valporquero… Que menos mal que nos arreglaron la carretera
hasta aquí, pero de aquí pa arriba… Hace ocho o diez años vino un autobús de
medios de comunicación de Cataluña, prensa, radio… Yo conozco a la gente que
trabaja en Valporquero, a los guías, Y así hablando decían, vinieron estos
catalanes, entraron, y el comentario unánime que había entre ellos era, esto en
Cataluña sería una mina de oro… pero así… que da beneficios, claro que los da,
pero podía dar quintuplicaos. Vale que cierra unos meses por mal tiempo, pero
hasta 2001 de León aquí era un camino de cabras, ¡Un camino de cabras! Y que nos tenían olvidaos, tenían aquí tres
mil familias y de aquella tardábamos a León cuarenta minutos en treinta
kilómetros jugándote la vida, era un bote continuo, tacatataca… No quedaba nada, amortiguadores, neumáticos…
Y era abandono, no se acordaban de nosotros. Déjalos, que no protestan
mucho, de vez en cuando una carta al periódico…
FERNANDO.- Nosotros aquí en san
José éramos como hermanos. Si se te olvidaba el bocadillo se compartía, no se
quedaba sin comer nadie. Sin embargo,
cuando fuimos a Santa Lucía nos decían, mira qué botonas llevan… Pero cuando
nos vieron empezar a trabajar, vieron que éramos unos trabajadores de la madre
que lo parió. Y la bota eran tres cuartillos de vino. Y un día decía Casinas,
uno de Robles, si san Antonio me diera un litrín de vino le daba cincuenta
pesetas… Y tenía Chencho la bota, y la de Carlos Ponche… y les ventilamos la
bota… mecagon diez lo que preparamos…
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