Como dijo el abuelo Groucho: "Partiendo de la nada llegaremos a las más altas cimas de la miseria". También recogido por el general Custer: "De victoria en victoria hasta la derrota final"







domingo, 27 de octubre de 2019

CACHINOS DE MINA: MATALLANA



(“El mismo tren que nos vino a traer el progreso se llevó la gente”

(Esta crónica está dedicada a mi compañera Elena Flórez que fue la que cabruñó too el asuntu y ye la fan number one de esti blog) 


A  veces si dejabas la bota te la bebían, “desaparecía”, ibas allí y no había nada, era una broma y ya está. Pero aquí en san José siempre estuvimos muy unidos, y fíjate que a veces si entrabas de tarde y era día de paga y te daban el sobre, ibas pa la casa de aseos, te cambiabas y dejabas el dinero en la percha, y cuando volvías allí estaba, la paga era sagrada, ni se tocaba. Tu date cuenta que no había furgones de seguridad, hasta finales de los ’70 subía un taxi desde León con la paga de los mineros ya cada uno en su sobre. Y venía una pareja de la Guardia Civil, se llevaba a la oficina de la empresa ahí en San Lorenzo, y desde ahí se distribuía a los grupos de Matallana, San José, Tabliza, Fábrica… Y jamás faltó una peseta.  


(Izq) Gabriel Lucas, José Luis Tocino, Efrén Aldeano, Fernando Lucas (primo).  


GABRIEL.- Aquí hay una cosa alegal… este pueblo legalmente es Robles de la Valcueva. Se llama Estación de Matallana a partir del ferrocarril. Todo se centralizaba aquí detrás mismo, ahí se lavaba el carbón, llegaban los vagones, el trenecillo… 


EFRÉN.- Los tres trabajamos pa la Hullera Vasco Leonesa, pero luego la empresa tenía pozos en Sabero, en Barrruelo de Santullán, pero aquí en la zona estaba San José, había unos chamizos, el Picalín, Bardaya, y Competidora, que era un grupo que estaba aquí al lado. Aquí trabajábamos en Tabliza y San José. Y estuvimos desde el ’75 hasta que en el ’85 cerró todo aquí y nos mandaron a Santa Lucía. Matallana está ahí, a un kilómetro si viniste por Vegacervera; realmente esto es la Estación, porque todas las maquinillas  venían a parar aquí, y luego iban al ferrocarril de la FEVE que se lo llevaba todo pa el puerto de Bilbao o pa la central de la Robla. 


FERNANDO.- Yo tengo una casa ahí de la Vasco Hullera. Ahí se llenaba un autobús entero de chavales, entero; cuarenta y seis viviendas más luego los chales, otros ocho o diez, todo ocupao, y lista de espera pa que te dieran una vivienda. Paraba el autobús en el barrio de San Lorenzo, que tenían que ir en el autobús de pie… y hoy no llega a cincuenta chavales en el colegio en Matallana. Había guardería y todo… 


GABRIEL.- Talleres de bicicletas llegó a haber cinco, cinco talleres vendiendo bicicletas a los mineros, de aquellas de frenos de hierro, mi padre empezó vendiendo en los años cincuenta, barra, portabultos resistentes pa cargar astillas, sillín de cuero, lámpara, todavía yo las conocí con lámparas de carburo. Pesaban dieciocho, veinte, veintitantos kilos… Tengo alguna por ahí, la de mi padre. El paisano se guardaba cuando llovía  con un saco de arpillera así por el cuello y el pecho. Los de Mina del Oro, de  Amilivia el abuelo, tenían aquí el taller y las oficinas,  y  tenían un sistema, yo lo conocí en los años sesenta, la gente venía hasta aquí y dejaban las bicicletas y subían al pozo en un camión, y el camión bajaba el carbón y por la tarde subía las bicicletas y al salir bajaban ya en ellas. Por la tarde había riadas de bicicletas, las BH y las Orbea… Hoy la que tengo pesa ocho kilos, la de mi primo Fernando pesará unos diez kilos…  Mi padre empezó en la mina pero luego salió y puso el taller y eran cinco talleres, vendiendo y reparando, sobre todo reparando, tuvo unos años muy buenos. Reparando  pinchazos y toda clase de averías, que hoy vas a reparar un pinchazo y te tiran la cámara a la cara. 


FERNANDO.- Nosotros íbamos en la Fusca, unos autobuses que había, el Pegaso aquel grande, los primeros eran americanos.  Pagábamos un tique, o a veces en camión,  que luego bajaban los paisanos y cargaban materiales.


GABRIEL.- Y cuando Santa Bárbara, eran unas fiestas… Una semana antes ya subía uno con la dinamita y empezaba a tirar pa este lao, que mi padre tenía allí la primera casa, y un año le reventaron el techo. Y vino gente de la Hullera, pintores, albañiles, y se lo arreglaron todo. Y años más tarde ya tiraban aquí en este monte de enfrente, y ya tiraban ocho o diez paisanos, doscientos, trescientos kilos, un ruido, que la dinamita era barata… Y empezaban a tirar hasta las doce, que era la misa, y cuando acababa, otra vez… 


FERNANDO.- Los cohetes los tiraba yo, cincuenta docenas de cohetes, a mano con el difunto Ríos, a mano. Si te cuento lo que me pasó un día… Estaban en misa, estaba Ríos al lao, y tenía treinta docenas de cohetes al lao, y Ríos iba dándome, bum, bum, venga… Se marchó uno… cayó la mecha donde los cohetes ahí al lao de casa Julita. Ay la que preparé… Un agujero en el suelo… Ay la leche puta. Y no nos pasó nada, no sé como salimos Ríos y yo de allí.  Menos mal que no estaba el Land Rover al lao, que si no sale el Land Rover de la Vasco volando…  


JOSE LUIS.- Un día nos invitó la empresa el día de Santa Bárbara, y decía el jefe, no mezcléis bebida. Una comida, a base de langostinos… Y ya veníamos bien puestos… Y había dos que se pusieron tan pesaos, me puse en la puerta y dije, déjalos, iban a darse de tortas; y a los diez minutos venían abrazos, cantando… había tal compañerismo…


FERNANDO.- Entramos en el 75 con 18 años, los legales para entrar. Yo trabajaba en una sierra con Florencio, que entré con catorce años, que entrabas y no sabías cuando salías,  que te tenía reventao y te daban cuatro pesetas. A lo último no sé si eran siete u ocho mil pesetas. Cuando entré en la mina era como que me tocó la lotería, que trabajabas tus siete horas, los sábados en casa… Ahora, la huelga gorda fue la del ’91, la de hace siete años ya nos pilló jubilaos. La del ’91 fue muy gorda, cinco meses y pico sin cobrar, y nos quitaron todo, era por el convenio. Que cómo ibas a salir pa adelante, mis suegros me tuvieron que echar una mano, tirando de los padres…


JOSÉ LUIS.- Yo compraba genciana, chanzaina la llamaban en Asturias,  y la gente lo iba a buscar al monte y me lo vendía, yo pagaba diez pesetas más, la gente se buscaba la vida como podía. Cada segundo día, un viaje al secadero. Tasio me vendía mucho…  Y que conste que Vitorino Alonso vendió las escombreras gracias a las huelgas nuestras.                     


FERNANDO.- Había compañeros que se buscaban trabajillos por fuera, compañeros enganchistas que tenía yo iban vendiendo carbón por las casas. Al final no sacamos nada, trece despidos y perdimos todos los derechos que teníamos: Santa Bárbara, que hacíamos unas fiestas de la leche, los reyes de los niños…


EFRÉN.- Ahí puede que hubiera una maniobra ya que a la misma empresa le convenía tenernos un poco acojonaos, porque iban a abrir la nueva mina. Nos metieron miedo, a ver quién se metía en otra huelga, la empresa ganó unos años de tranquilidad.  El objetivo de los mineros era parar la entrada de carbón por la cinta hasta la central de la Robla, pero PEAL, una subcontrata,  era de cielo abierto y suministraba a la térmica hasta que se les paró, se quemaron los cuartos de aseo, la cinta de transporte,  y ya era, o paramos todos o no paramos ninguno, no se dejaban pasar camiones...


JOSE LUIS.-  Y luego fueron cerrando paulatinamente: primero cerró Socavón, luego Ciñera… Y cuando fuimos a Madrid hace siete años yo llevaba unas bombas aquí en el pecho, pero llegando al campo de fútbol, el Bernabeu, ya me dijeron, tíralas todas, que si no… estaba aquello de policía nacional… Y nosotros íbamos a defender a los mineros y no nos valió de nada, a los cuatro meses ya firmaron. Muchos compraron coches, pensaron que tal,  y a los cuatro días, ni trabajos ni coches.


FERNANDO.- Yo tenía el 2.647 en el ’75 de ficha de maquinista y me jubilé de artillero los tres últimos años, que cuando empezaron a prejubilar fueron bajando los números, pero  llegó a haber tres mil obreros en toda la zona, interior, exterior, lavadero… Los últimos chavales marcharon hace dos años, el que pudo;  algunos salieron prejubilados,  pero hubo alguno que le faltaron dos o tres meses… aquí hay un chavalín, el de Goyo, por cinco meses quedó despedido, ahí está el pobre hombre. Un hijo mío marchó antes de tiempo, pidió la cuenta y ahora está en León. Marchamos prejubilaos en 2000 con 25 años de mina, y nada más que marchamos los mayores, empezaron a dar palos otra vez…


JOSE LUIS.-   Yo entré en el  29 de marzo del ’66, que el jefe de grupo era don José; y el 1 de julio, que don José estaba de vacaciones, don Mauricio, que había sido alcalde de Pola de Gordón, me paró y me dijo: “Tú tienes cuerpo pa picar, así que a partir de mañana vienes y pides picas”, yo qué sabía de picar.  Y así empecé a picar y todavía me tocó trabajar los sábados cinco horas. Y yo tenía la vida resuelta, yo tenía tres motocarros en la Coruña y con eso iba tirando, pero como estaba censado en Villamanín tenía que hacer la mili, y por eso entré a la mina, que eran tres meses.


Las prejubilaciones empezaron en el  ‘98 y yo fui de los 35 primeros que prejubilaron, que me había operado del menisco. Y cuando volví, que me quedaban cuatro meses en activo, tres y uno de vacaciones, cojo y me cambio, voy a por la lámpara a la lampistería y me dicen, ya no perteneces a la empresa, y voy a la oficina y me dicen, quién me ha prejubilao, y me dicen, los sindicatos,  y eso que perdí las vacaciones, y di vueltas y vueltas, y no me las pagaron.  Y había vigilantes que no se prejubilaban cuando les tocaba pa que entrara el hijo.  


EFRÉN.- Seguridad, en ese sentido siempre nos dieron buena ropa y siempre lo tuvimos bastante bien, en eso la empresa se ha portao bien.  Botas de seguridad, guantes cuando lo quisieras, los cascos… qué malos eran.  Y había una Brigada de Seguridad muy buena, y pa estar ahí había que valer,  a partir de cierto número de trabajadores había que tener brigada propia; pero pa estar ahí había que tener lo que hay que tener, estar preparao físicamente. Y los asturianos venían a Valencia de don Juan a secar, pero nosotros íbamos a Perlora, a Alicante a unos chalés de la empresa que se sorteaban, y había un viaje a Canarias para el grupo que mejor funcionaba en seguridad, el grupo que tuviera menos accidentes; los chavales iban a un campamento a Llanes. Los asturianos venían aquí, nosotros íbamos a ver la mar.  Y era un lujo… Pero desde la huelga del ’91 se perdió todo.


JOSE LUIS.- Un año  compré una moto, una Montesa 81, pero como había mucho hielo iba la moto pa un lao y yo pa otro, grava, hielo, pegué varios tortazos así que compré un “milquinientos” bifaro de segunda mano, y de aquella había pocos coches… el “seiscientos” de Piedra, y el “cuatro latas”  de don Juan, el director de la empresa,  que como yo estaba de delegao sindical una vez fui a hablar con él y me dice, José Luis, cómo vienes a pedirme perras, que tienes un coche mejor que el mío, y digo, pero yo lo estoy pagando a letras… Que yo tenía un promedio muy bueno, estaba en muy buen sitio y picaba tres y cuatro tajos. Que yo tenía 12.484 pesetas de promedio; y luego venía Cota, 7.159 pesetas.


FERNANDO.- No le quites el mérito a Juan  Pijón, que ese era también de los que más ganaba… Era muy bueno con la pala y barrenando. Ganó mucho dinero, que era un hombre que decían que te cogía el martillo con una mano y con otra. Yo estuve aquí diez años de maquinista, y marché pa Santa Lucía. Y yo hacía mi trabajo, Y cuando me faltaban tres años, que un día me llama el capataz, el Moncho,  y me dice, pasa por la oficina; y yo, qué querrá este hombre… Y me dice, te queda poco pa prejubilarte; te voy a dar una oportunidad pa que el día de mañana cuando te prejubiles te quede lo mismo que me queda a mí, te voy a poner de artillero. Y me pilló un capataz, el Piezas, y me subió el promedio pa que ganara un poco más. Y yo trabajé bien y gané bien, que yo no lo esperaba…


GABRIEL.- Ahora, siempre hubo  que trabajar duro.  Voy a contarte un caso… Mi padre en una ocasión estaba trabajando aquí en Bardaya. Mi padre bajaba caminando seis kilómetros,  otro tanto de vuelta, y un día, después de sus ocho horas, le dijo el vigilante, Lucas,  te tienes que quedar otras cuatro horas,  y claro, mi padre no había comido, mire, que estoy sin comer que no me tengo en pié, y no se quedó, bueno, bueno, allá tu. Y al día siguiente subió a trabajar, y al ir a pedir lámpara le dijeron, pa ti hoy no hay lámpara,  y lo mandaron pa casa. Y al día siguiente igual, y el castigo no era sólo perder un día de jornal, era que además tenías que hacer el trayecto en balde. Que mi madre hacía garbanzos un día sí y otro también, y  metía un chorizo para el hombre de la casa, el que trabajaba.


FERNANDO.- Y unas nevadas, mira aquí, y frío pa ir a trabajar, cinco y seis y diez bajo cero; y cuando nevaba el viernes de noche y estabas trabajando, la Fusca no te subía a buscar y bajabas andando con too la nevada pa abajo, te buscabas la vida.  Mi abuelo venía desde Palacio de Torío, a unos quince kilómetros o por ahí, venía andando con compañeros, y cuando venía solo, no se me olvida,  le salían los lobos, que le daba miedo, y les daba con la cachaba, con el candil, que venía con un candil de aceite… Y otros quince de vuelta. Y se pasaba mucha hambre, nosotros ya no pasamos hambre, pero el abuelo se acordaba de los chavales y a veces  iba con medio  bocadillo de vuelta pa casa.


JOSE LUIS.- Yo con los lobos… Yo tenía un todo terreno que lo manejaba la mujer de maravilla, y un día que no arranca… Teníamos diecinueve bajo cero… Y los que estaban conmigo, qué, toos allí esperando pa subir conmigo, y dale, dale, y que no arrancaba… andando hasta Ciñera. Allí tomamos unos vinos,  y yo pa los Barrios de Gordón,  y tenía que ir de espalda, de culo, porque el aire no me dejaba caminar… Y yo caminaba, pas, pas,pas… y paraban… Y pas, pas… Que me paraba yo y se paraban… y tenías mechero, linterna, pero como si nada… Y llegué a casa a las cuatro de la mañana.


GABRIEL.-  Ahora menos mal que nos arreglaron la carretera… Yo cada vez que voy a Asturias vengo envenenao, qué carreteras… Y aquí, que tenemos Valporquero… Que menos mal que nos arreglaron la carretera hasta aquí, pero de aquí pa arriba… Hace ocho o diez años vino un autobús de medios de comunicación de Cataluña, prensa, radio… Yo conozco a la gente que trabaja en Valporquero, a los guías, Y así hablando decían, vinieron estos catalanes, entraron, y el comentario unánime que había entre ellos era, esto en Cataluña sería una mina de oro… pero así… que da beneficios, claro que los da, pero podía dar quintuplicaos. Vale que cierra unos meses por mal tiempo, pero hasta 2001 de León aquí era un camino de cabras, ¡Un camino de cabras!  Y que nos tenían olvidaos, tenían aquí tres mil familias y de aquella tardábamos a León cuarenta minutos en treinta kilómetros jugándote la vida, era un bote continuo, tacatataca…  No quedaba nada, amortiguadores,  neumáticos…  Y era abandono, no se acordaban de nosotros. Déjalos, que no protestan mucho, de vez en cuando una carta al periódico…


FERNANDO.- Nosotros aquí en san José éramos como hermanos. Si se te olvidaba el bocadillo se compartía, no se quedaba sin comer nadie.  Sin embargo, cuando fuimos a Santa Lucía nos decían, mira qué botonas llevan… Pero cuando nos vieron empezar a trabajar, vieron que éramos unos trabajadores de la madre que lo parió. Y la bota eran tres cuartillos de vino. Y un día decía Casinas, uno de Robles, si san Antonio me diera un litrín de vino le daba cincuenta pesetas… Y tenía Chencho la bota, y la de Carlos Ponche… y les ventilamos la bota… mecagon diez lo que preparamos…    


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