Un abogado muy reputado de Oviedo compra un prau cerca de Tarna, un poco antes de Bezanes, a un casín. Para firmar los papeles, el casín debe desplazarse a Oviedo, al notario. Y claro, el casín, que casi nunca había salido del pueblu más que pa la mili, estaba acojonau. Pulió la boina, se duchó, despegó les zapatilles de les madreñes pa poner zapatos, garró a la mujer y zas... en el Carbonero, pa Oviedo. Notaría, el notario, oficial, tres pasantes, cinco administrativos... El casín y la muyer, acojonaos...
Cuando ya han firmado los papeles, el abogado, bien pagado de si mismo, quiere apabullar a los casinos:
- Y ahora, para celebrarlo, a comer al Club de Tenis, aquí en el medio de Oviedo; por supuesto, pago yo. Vendrá mi señora.
Los casinos no sabíen donde se meter: Nunca habíen visto manteles de hilo. Pa que el casín quitara la boina hubo que mediar. Maître, tres camareros, sumellier; seis cuchillos, ocho tenedores, tres clases de pan, dos postres...
Al acabar, el abogado señala a su señora y dice al camarero:
- Pedro Domecq y Maríe Brizard.
Y ahí el casín vió el cielo abiertu, ya se liberó, y levantándose señala a su mujer y grita a voz en cuello:
- ¡Josefa la Cojonuda y Manolín el Tremendu!!!!
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