Como dijo el abuelo Groucho: "Partiendo de la nada llegaremos a las más altas cimas de la miseria". También recogido por el general Custer: "De victoria en victoria hasta la derrota final"







jueves, 23 de abril de 2020

LOS DIEZ MANDAMIENTOS



El cura está preparándose para la misa mayor del domingo. Llueve a cántaros. La rectoral está a un kilómetro de la iglesia, así que el cura tiene un gran trecho que recorrer. Cuando va a salir de casa, echa mano al paragüero... y no hay paraguas. 

Y donde está el paraguas, y qué hice yo con el paraguas... Y esto fueron estos cabrones... y esto fue un feligrés, que me robó el paraguas. Y que me quieren gastar una broma, y me roban el paraguas y precisamente un día como hoy, y cómo voy a llegar yo a la iglesia, que voy a acabar empapado... Y estos sinvergüenzas... Pero hoy en el sermón se van a enterar, claro que se van a enterar. 





Así que el cura se tapa con abrigo y sombrero, pero como si nada: Aquello era el diluvio universal, nunca mejor dicho. Lo que entra por arriba sale por abajo. El cura llega a la sacristía empapado como una sardina, con la sotana chorreando agua que se podía retorcer. La iglesia está de bote en bote. Así que tras el evangelio, el cura sube al púlpito y denuncia a voz en cuello: 



- ¡¡Uno de vosotros me ha robado el paraguas!! ¡A mi, un pobre clérigo rural! Y el que me ha robado el paraguas es porque es un mal cristiano; y es un mal cristiano porque no sabe los evangelios. ¡Pero yo os voy a recordar los evangelios aquí y ahora, uno por uno!

La feligresía no se mueve, apenas se atreven a respirar. Así que el preste comienza: 

- El primero, amarás a dios sobre todas las cosas; ¿pero cómo vais a amar adios si sois capaces de robar el paraguas a su representante en la tierra? El segundo, no tomarás el nombre de dios en vano; pero vosotros juráis, y blasfemáis, y tomais el nombre de dios como os viene en gana, y robais el paraguas de un pobre clérigo rural... 



No se mueve ni una mosca; sólo se oye crepitar las velas. Los feligreses desearían estar debajo de las velas. El cura va cogiendo carrerilla y su voz es un puro rugido: 

- El tercero, santificarás las fiestas, pero vosotros estáis aquí porque todavía no abrió el bar para ver el partido;  el cuarto, honrarás a tu padre y a tu madre, pero vosotros venderías la herencia de vuestros padres por el paraguas de un pobre clérigo rural; el quinto, no matarás, pero robar el paraguas de un pobre clérigo rural es solo el comienzo de vuestra inmunda carrera criminal; y el sexto... y el sexto... 

Y el cura se para en seco, eleva la vista al techo de la iglesia... se rasca la barbilla... 

- Espera, y el sexto... y el sexto... - Y se relaja y, con una sonrisa de oreja a oreja, dice- ¡¡Ya sé dónde dejé el paraguas, hombre!!

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